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La vida en el centro 4/5

Una y otra vez el supremacismo blanco fue una de las fuerzas que guió la historia. Causó  demasiadas hambres, torturas y muertes. Es hora de que intentemos seriamente pararlo, más allá de proclamas y buenas intenciones.

Carlos Taibo reflexiona, en Ecofascismo, sobre las conclusiones del libro de 2002 de Carl Amery: Auschwitz, ¿comienza el siglo XXI? Y sostiene que el nazismo solo fue una etapa de un proceso mucho más largo en el que los hombres blancos lograron oprimir a las habitantes de los países del sur global y a las poblaciones no blancas de los del norte. El escritor y profesor jubilado sostiene una opinión que no solo es suya:

“Claro es que en relación con el argumento que ahora despliego no sería muy saludable concentrar toda la atención en Hitler y sus crímenes. Por detrás está —lo reitero— la trama del mundo occidental en general. La dominación de este sobre el planeta no surge, o no surge solo, de las revoluciones vinculadas con la ciencia, la industria y la política: se ha levantado sobre la base del genocidio, de la esclavitud y del colonialismo, todos ellos asentados en la supuesta superioridad del hombre blanco y de su racionalidad científica e ilustrada. Estos tres factores permitieron con el paso del tiempo el auge, cierto que relativo, del proletariado revolucionario de los países del Norte y, después, el de los propios Estados del Bienestar. En un escenario tan complejo como ese no parece en modo alguno injustificada la conclusión de que el ecofascismo bien puede ser una deriva natural de las propias democracias  liberales.”

Haremos bien en luchar contra una ultraderecha que hoy quiere excluir a las migradas, racista, que no reconoce las violencias machistas, que fomenta el odio a la gente LGTBIQ+ hablando de lobby gay. Una que todavía niega el cambio climático antropogénico pero que no tardará en admitir que nos hallamos en una gran crisis ecológica y social —cuando ya se haga demasiado evidente como para seguir negándolo— y estará interesada en incluir toques de ecofascismo en los sistemas de los países del norte global.

En la política y en general en la cultura se percibe a menudo un fuerte eurocentrismo.  Hemos de luchar para escapar de esa mirada, especialmente quienes nos consideramos occidentales, aunque eso nos haga perder privilegios. La religión cristiana en sus diferentes variantes o nuestras costumbres —-como la Navidad— se fueron expandiendo por el planeta con los procesos de colonización. Se conoce como Occidente a EE UU, Canadá, las naciones de Europa central y occidental, Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda. Latinoamérica y las islas del Caribe son consideradas por algunxs autorxs como Extremo Occidente o como una parte especial de Occidente, debido al menor IDH de sus países. Todo esto siempre sin contemplar las ricas culturas de los pueblos que habitaban este continente antes de la llegada de lxs colonizadorxs, que en numerosas áreas siguen siendo muy fuertes.

Europa, las sociedades que surgieron a raíz de ella y los hombres blancos —-recordemos que hoy todavía manda el patriarcado (cada día que pasa un poco menos)— pueden parecer que son las fuentes de la civilización y, es verdad que construyeron grandes monumentos en los últimos siglos, pero hay que tener siempre presente que este continente estuvo durante milenios formado por bosques helados mientras la cultura de la humanidad se producía en otros lugares y lo hacían otras personas. ¿Quién nos podría asegurar con certeza que las impresionantes estructuras de Göbekli Tepe (Turquía)1 no fueron construidas por mujeres negras? 

En los países occidentales y en el ámbito eslavo es fácil encontrar una versión ligera y disimulada de doctrinas a favor del supremacismo blanco. A pesar de que la nuestra sea una cultura que se edificó hasta la Ilustración en base a la desigualdad y a la falta de libertad2, el hecho es que desde la segunda mitad del siglo XX, han ido cobrando fuerza reivindicaciones en Occidente —y progresivamente lo han hecho de manera global— como la de los derechos humanos, los feminismos, el movimiento por los derechos civiles, el ecologismo o el respeto y la igualdad de disidentes sexuales y de género. Sin embargo, en demasiadas naciones del planeta no son escuchadas. El antirracismo surgió en los lugares donde se sufrió la colonización, nace de lxs que fueron objeto del desprecio, el maltrato, la despersonalización, la esclavitud y otras injusticias que cometieron lxs colonxs procedentes de Europa o sus descendientes.

La Congregación del Infinito podría lograr fortalecer los cambios en nuestras vidas que, gracias a estos movimientos sociales, se han ido produciendo en las últimas décadas.

Hemos de cambiar nuestra cultura y nuestras formas de habitar este planeta para hacerlo de una forma más justa y sostenible. Tendríamos que construir comunidades resilientes, que luchen contra la supremacía blanca, el sistema patriarcal y la xenofobia, ecologistas, en las que LGTBIQ+ y quienes tenemos diferentes capacidades nos sintiésemos a gusto, que fuesen autosuficientes, redujesen sus emisiones de gases de efecto invernadero y resistiesen frente a los daños provocados por el cambio climático. En ellas deberíamos poner la vida en el centro y cuidarnos unxs a otrxs. Tareas de las que se encargaron tradicionalmente las mujeres, como son las de cuidados, deberían ser asumidas por toda la comunidad.

Para que todo ello funcionase hay que aprender a disfrutar de la vida con menos objetos y menos dinero. Una solución sería seguir el ejemplo de quechuas con la Sumak Kawsay y de aymaras con la Sumak Kamaña, dos formas de hacerlo que priman el buen vivir frente al consumir.

El notable aporte cultural ancestral indígena del Sumak Kawsay o Buen Vivir (Vivir Bien en Bolivia), de acuerdo con muchos autores que ponen por escrito la antigua tradición oral de diversos pueblos de Nuestra América, tiene cinco principios: Sin conocimiento o sabiduría no hay vida (Tucu Yachay), Todos venimos de la madre tierra (Pacha Mama), La vida es sana (Hambi Kawsay), La vida es colectiva (Sumak Kamaña) y Todos tenemos un ideal o sueño (Hatun Muskuy).  

Estos se sustentan en tres principios de la filosofía andina: Reciprocidad como solidaridad entre los seres humanos (el “prestamanos” individual y familiar al construir una vivienda o la “minga” como acción colectiva de interés comunitario), incluyendo los mandamientos de no ser ladrón, ni mentiroso, ni flojo.3

Sería necesario darle más importancia a una nueva vida social que no esté lastrada por los prejuicios tradicionales. 

La vida suele estar más amenazada en aquellos lugares en los que viven más personas pobres. Es un hecho que no somos tratadxs como iguales alrededor del globo terráqueo, ni tenemos las mismas oportunidades. También lo es que si la industria tiene que producir «accidentalmente» desastres medioambientales y humanos, las élites prefieren que tengan lugar en Estados empobrecidos y apartados del foco mediático como en el caso de Bophal (India)4.

Esta entidad religiosa no patriarcal tiene que proteger la vida en general, tanto la de lxs diversxs seres no humanxs que habitan nuestro planeta, como la de las criaturas humanas. Una herramienta muy útil para este último fin son los Derechos Humanos, por ejemplo los recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU, aunque también están descritos en otros sitios.

Poner la vida en el centro igualmente significaría proteger el medio ambiente y la existencia de animales, plantas y de otrxs seres vivxs. Habría que conseguir que la ONU publicase una Declaración de Derechos de los Seres Vivos que complemente a la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Sin embargo, que la vida se sitúe en el centro no significa que esta religión se oponga al derecho al aborto. Ante un estado de gestación, la vida que se pone en el centro es la que podría existir por sí misma, la de quien va a experimentarlo, que tendrá que decidir si va a interrumpir su embarazo o si quiere continuar con él.

Los conceptos clásicos de las religiones patriarcales suponen un rechazo de esta vida que conocemos en favor de otra supuesta vida después de la muerte. Nietzsche, en su Ecce Homo escribe:

¡El concepto «Dios», inventado como concepto antitético de la vida -en ese concepto, concentrado en horrorosa unidad todo lo nocivo, envenenador, difamador, la entera hostilidad a muerte contra la vida! ¡El concepto «más allá», «mundo verdadero», inventado para desvalorizar el único mundo que existe, para no dejar a nuestra realidad terrenal ninguna meta, ninguna razón, ninguna tarea! ¡El concepto «alma», «espíritu», y por fin incluso «alma inmortal», inventado para despreciar el cuerpo, para hacerlo enfermar –hacerlo «santo»–, para contraponer una ligereza horripilante a todas las cosas que merecen seriedad en la vida, a las cuestiones de alimentación, vivienda, dieta espiritual, tratamiento de los enfermos, limpieza, clima!

1 Göbekli Tepe es un yacimiento arqueológico ubicado en el sudeste de Turquía, cerca de la frontera con Siria, cuyos monumentales edificios (seguramente templos) fueron levantados en el X milenio a.e.c.

2 En su libro El amanecer de todo, David Graeber (1961-2020) y David Wengrow (1972) sostienen que para  la asunción de que podíamos vivir con mayores cotas de libertad e igualdad fue determinante el contacto con los pueblos indígenas americanos.

3 Artículo aparecido en el periódico ecuatoriano El Telégrafo https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/que-es-el-sumak-kawsayx

4  El accidente de Bhopal tuvo lugar en 1984 en esta localidad del estado de Madhya Pradesh en India, cuando un escape de gas venenoso utilizado en la fabricación de plaguicidas por la empresa Union Carbide causó la muerte de entre 7.000 y 25.000 personas (si se cuentan las que fueron muriendo con el tiempo por los efectos del envenenamiento de aquel día) causando 500.000 heridxs de diversa gravedad.

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La vida en el centro 3/5

En una sociedad postconsumo, tan grandes serán las dificultades a las que nos enfrentaremos como  los cambios con los que tendremos que responder.

Estamos ante el inicio una gran crisis civilizatoria (en los territorios más privilegiados, en otros hace tiempo que ya se encuentran en ella) que todavía solo contextualizan algunxs. Como advierte Yayo Herrero en La vida en el centro. Voces y relatos ecofeministas:

Atravesamos una crisis grave y multidimensional. Es una crisis ecológica, económica, de reproducción social, de legitimidad política y de valores. A pesar de toda la información disponible, la maquinaria de la economía global continúa devorando territorio y exprimiendo las últimas gotas de vida que quedan por saquear, explotando y generando sufrimiento a las personas y a los animales no humanos, alterando gravemente los ciclos naturales que organizan lo vivo y obligando a que, mayoritariamente mujeres, sostengan como puedan la vida humana en este sistema que la ataca.

Es más que una crisis global, hablamos de una verdadera crisis de civilización porque, a pesar de su manifiesta gravedad, pasa social y políticamente inadvertida para las mayorías sociales. Es la crisis de una civilización que, incapaz de activar el freno de emergencia, cree que progresa cuando en realidad se destruye a sí misma.

La mayor parte de la población no lo quiere ver, a pesar de las numerosas evidencias. Puede admitir que, al igual que pasa con el cambio climático, el consumo desaforado de las sociedades de las áreas de privilegio le hace mal al planeta. Sin embargo piensa: “ya inventarán o desarrollará la ciencia una tecnología para mantener esta (por otra parte, inmensamente injusta) situación.”

Pero eso no va a ocurrir.

Decir esto en el Estado español en 2024, mientras tenemos un gobierno progresista y  cuando la oposición está quejándose continuamente de lo mal que vamos, puede parecer algo conservador pero no lo es. Lo que sí lo es —dado que intenta conservar el capitalismo industrial y no se adapta a los contextos de decrecimiento en los cuales tendremos que aprender a vivir tarde o temprano— es pretender que la energía está cara únicamente por la guerra en Ucrania, por el resto de conflictos internacionales o por la excesiva hambre de beneficios de las empresas energéticas, que la podemos obtener tan fácilmente como en los últimos dos siglos y que en los próximos años se debería producir un progreso similar al que hemos disfrutado en las décadas anteriores.

Por supuesto que la búsqueda del engrosamiento de beneficios empresariales es determinante en este aumento de la inflación generalizado, sobre todo el de los distribuidores alimentarios. Eso es algo que no se puede obviar en ningún análisis. Pero no es la única causa de la crisis que vamos a sufrir. De todas formas el estrechamiento de este margen será de vital importancia para ir sobreviviendo y atenuando los efectos del alza de los precios. 

Ciertamente vamos a sufrir, queramos o no, un importante decrecimiento y ante estas perspectivas, lo único efectivo que podrían hacer las comunidades es lograr más justicia en el reparto de bienes y en la prestación de servicios, medida que seguramente conllevará críticas de los sectores más privilegiados, pero proporcionará la mayor cantidad de bienestar que se pueda obtener.

Se trata, de la manera que hace ya tiempo apuntaba George Monbiot1, de trabajar para construir equipamientos que supongan lujos públicos, aunque solo se logre la suficiencia en el ámbito privado, en vez de lo inverso, que es lo que se estado haciendo en las últimas décadas.

Como se plantea Jorge Riechmann en ¿Derrotó el smartphone al movimiento ecologista?: Para una crítica del mesianismo tecnológico… Pensando en alternativas, el futuro no va a ser lo que esperamos.

“Y sin embargo esas expectativas de producción creciente, consumo creciente y automatización creciente chocan de manera frontal contra las duras realidades del descenso energético, la escasez de materiales básicos y la agudización de los conflictos socioambientales que caracterizan nuestro futuro —ya nuestro futuro inmediato—. Ciertamente, las relaciones de producción vigentes no propician ni el pleno empleo ni el trabajo decente; pero el porvenir. no será una continuación del pasado. Creo que “sociedad del conocimiento” y “automatización de la producción” no van a ser no van a ser precisamente los conceptos adecuados para orientarnos en los decenios que vienen. Quizá lo que nos aguarda no sea ese “futuro robótico que ni cabe imaginar”. Cierto que las cuestiones de justicia y distribución seguirán siendo altamente conflictivas, pero probablemente no -o no principalmente- bajo la forma que espera este sentido común dominante: ¿cómo repartir la riqueza en un sistema de producción cada vez más tecnificado en el que los procesos de gestión se controlan por un grupo cada vez más reducido de personas?

Riechmann sostiene, como varixs autorxs, que a lo largo del siglo XXI —al que él llama el siglo de la Gran Prueba— sufriremos, en todo el planeta, un gran descenso energético que provocará una gran crisis de nuestro actual modo de vida a la que solamente lograremos hacer frente con lo que él llama un ecosocialismo descalzo2. La mayoría no cree que vaya a haber ningún tipo de aminoramiento energético, únicamente una transición ecológica de la energía obtenida por combustibles fósiles a energías limpias.

En cualquier caso, las consecuencias de que ocurriese algo así serían demasiado graves, de modo que parece interesante dejar atrás el individualismo neoliberal que domina el planeta desde finales del siglo XX. No habrá problema si finalmente no hay descenso energético, sin embargo por si acaso, conviene tomar medidas. El apoyo mutuo podría volverse esencial para la supervivencia y la felicidad, y donde más florece es precisamente en las comunidades. Lo que ocurre es que la mayor parte de las pocas que tenemos hoy día son profundamente machistas, racistas —aunque esto no será fácil que sus integrantes lo confiesen— y capacitistas; no fomentan la igualdad con las mujeres, no reconocen la existencia de las personas con géneros no binarios y menosprecian a disidentes sexuales y de género. El caso es que necesitamos unas nuevas. Es indispensable que se formen otras cuanto antes y bien podrían hacerlo en torno al símbolo del infinito y poniendo la vida en el centro.

Incluso en el supuesto, como ciertas empresas y gobiernos aseguran, de que se encuentre la forma de obtener una energía prácticamente inagotable y limpia —como prometen con la energía de fusión nuclear o con la geotérmica de perforación muy profunda—, habría que cambiar las formas de consumirla, ya que todo no se puede electrificar. Además, la crisis ecológica seguiría vigente.

Estamos destruyendo a pasos agigantados las condiciones para que las criaturas humanas habiten el planeta. Al cambio climático hay que añadir la contaminación y la destrucción de los ecosistemas salvajes, hechos que están provocando la extinción de numerosas especies de animales y plantas en lo que se conoce ya como la Sexta Extinción Masiva. Siempre hemos despreciado la vida salvaje, reduciendo su espacio de distribución en beneficio de la vida domesticada, y hemos construido las culturas que hoy son hegemónicas —tanto la occidental, como las orientales, la islámica o cualquier otra— partiendo de un antropocentrismo determinante que, logra que minusvaloremos la flora y fauna salvajes. Poner la vida en el centro también es alejarse de él y contemplar todas las formas de vida como dignas de protección. Solo conformamos una especie más de mamíferos —que ha construido diversas civilizaciones y que suele tener delirios de grandeza— pero no somos tan importantes como para que unx diosx nos observe.

En lugar de dedicar tanto esfuerzo y dinero a multitud de proyectos ecológicamente dañinos, deberíamos preocuparnos más por mitigar el caos climático que estamos provocando y por solucionar el despropósito que supone vivir en un planeta con recursos finitos mientras la economía nos exige un crecimiento  continuo.

La falta de equilibrio entre lo que nos hace falta para vivir y lo que la órbita de los negocios demanda3 es una situación que está provocando ya desastres como la contaminación ambiental de cada vez más volúmenes de agua o aire y espacios de tierra, la gran producción de desechos que vemos en los basureros, el cambio climático antropogénico o la enorme disminución de todo tipo de materias primas, y puede suponer la causa del final de una civilización basada en el crecimiento económico.

En los países enriquecidos, el tiempo del crecimiento se ha acabado. Dado que estamos agotando los recursos del planeta y hemos superado su biocapacidad4, eventualmente llegará un importante decrecimiento —alcanzando a todos los territorios, queramos o no— que afectará de manera muy intensa a la población. Hay que saber gestionarlo porque de lo contrario, las fuerzas de ultraderecha aprovecharán los incumplimientos de los planes de crecimiento para reforzar su poder. Si nos vamos a enfrentar a una gran crisis no será debido al Gobierno de turno y no se solucionará cambiándolo.

Desde la segunda mitad del siglo XX en el globo terráqueo se vivió una Gran Aceleración. Por contra, en las próximas décadas es probable que produzca un importante frenazo.

La crisis climática, el deterioro del planeta y la finitud de los recursos llevarán a que en los próximos años se produzca un decrecimiento forzoso y los indicadores macroeconómicos sean desfavorables de manera a largo plazo irreversible. Ignorar estas condiciones y obsesionarse con estos índices solo conseguirá que sean elegidxs para gobernarnos salvapatrias neoliberales como en el caso argentino de Javier Milei. La única manera de conseguir una optimización de los datos, mas allá de una mejora coyuntural, es lograr un mejor reparto de los puestos de trabajo, de los salarios, de los recursos naturales y de los impuestos.

Lxs bebés, niñxs y adolescentes de hoy día tendrán que vivir en una Tierra sumida en un gran caos climático, con unos entornos naturales muy contaminados, con la amenaza de unas armas nucleares que siempre están ahí, susceptibles de ser utilizadas; con el cierre de zonas por alta radioactividad en torno a Fukushima y Chernobyl o en otras partes del globo por ensayos o accidentes con armamento nuclear5; con una gran deforestación, con una biodiversidad cada vez menor debido a la desaparición y la reducción a la categoría de “especies en peligro de extinción” —lo que implica que existan  menos ejemplares y solamente en determinadas áreas— de gran cantidad de animales6, plantas y hongos, al tiempo que con una mayor escasez de energías y materiales. A esto hay que añadir las nuevas pandemias que puedan aparecer, los conflictos nacionales e internacionales que en ocasiones acaban en guerras y las desigualdades interseccionales de siempre (raza, sexo, clase…) Es un desastre de herencia la que dejamos. Es muy injusto. 

Los problemas a los que nos enfrentaremos en esta década y siguientes se han producido en un mundo dominado casi siempre por hombres cis —ahí están las anomalías de Dilma Rousseff, Margaret Tatcher, Ángela Merkel, Benazir Bhutto o Indira Gandhi, entre muchas otras mujeres—, oficialmente heterosexuales (se conocen excepciones) y mayoritariamente blancxs7. Ellos son los que nos han traído a esta situación. Han demostrado a la humanidad una gran incompetencia. Es hora de que otras subjetividades tomen el relevo hasta que logremos construir una realidad en la que nadie domine.

1 Lo sugería en 2017, en el artículo Public luxury for all or private luxury for some: this is the choice we face publicado en The Guardianhttps://www.theguardian.com/commentisfree/2017/may/31/private-wealth-labour-common-space

2  De hecho tiene sobre ello un libro: Riechmann, Jorge et al.,  Ecosocialismo descalzo. Tentativas. Icaria, Barcelona, 2018.

3 En realidad no necesitamos de tanta energía como disponemos en 2024, para vivir cómodamente, solo es necesario potenciar los servicios importantes y dejar que se pierdan los superfluos.

4   La biocapacidad de un territorio es la capacidad que tiene para abastecer a su población de recursos y absorber sus desechos. La de Europa, por ejemplo, es muy baja para una enorme población que además, consume muchos recursos y produce grandes cantidades de desechos. Dicho sea de paso que este concepto esta íntimamente relacionado con el de huella ecológica.

5 Pienso en las bombas con plutonio que cayeron en 1966 en Palomares (Almería). Aquí podemos leer un artículo sobre sus efectos muchos años después. https://www.ecologistasenaccion.org/187620/palomares-continua-la-contaminacion-y-se-sigue-sin-hacer-nada/

6 Es enorme, aunque no nos demos cuenta, la reducción de insectos, con la pérdida de las funciones polinizadoras que desarrollan.

7  Evidentemente, no es el caso de Barack Obama ni de tantxs líderes de países del Asia del este que sin ser blancxs han influido en la construcción de la realidad mundial.

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La vida en el centro 2/5

No hay un alma inmortal ni otro plano en el que pudiésemos existir eternamente, como predican las principales religiones patriarcales, de modo que hay que vivir en este y proteger la vida. Aquellxs que están creciendo hoy en día, tendrán que lidiar durante toda su vida con una crisis climática, aunque seguramente con más amenazas. Si realmente queremos que se mantenga la civilización humana en la Tierra, tenemos que empezar a actuar de otra manera, de forma que gastemos menos recursos naturales y que emitamos menor cantidad de gases de efecto invernadero. No podemos seguir residiendo a tanta distancia de los sitios a los que vamos a diario, lo que nos obliga a usar medios de transporte, a menudo contaminantes para llegar a ellos —moviéndonos en muchos casos de forma individual en vez de usar unos transportes colectivos que por otra parte, prestan muy mal servicio—, ni seguir viviendo tan lejos de los lugares de producción de nuestros alimentos, lo que conlleva que estos tengan que recorrer una desproporcionada cantidad de kilómetros hasta llegar a nuestras mesas. Para emitir menos y afrontar un futuro descenso energético va a ser imprescindible una economía relocalizada, que como señala en muchas ocasiones Luis González Reyes, necesariamente será diversa. Hay que hacer un esfuerzo por relocalizar ya la industria y obtener el alimento a base de agroecología en granjas no muy lejanas.

Las Conferencias de las Partes (COP) enmarcadas en la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático se vienen celebrando desde 1992 —todos los otoños boreales desde 1997— y han conseguido avances claramente insuficientes. La de 2023 tuvo lugar en Dubai y fue presidida por el jefe ejecutivo de la compañía estatal petrolera de Emiratos Árabes Unidos (ADNOC), que además era el Ministro de Industria emiratí. No se avanzó mucho pero el hecho de que el enorme poder de las empresas de hidrocarburos estuviera muy presente en toda la cumbre, consiguió que en la declaración final se apuntase explícitamente a los combustibles fósiles como principales responsables de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI). La COP29 de 2024 se celebrará en Bakú (Azerbaiyán).

Un cambio climático —como asegura Marta Tafalla en Filosofía contra la crisis ecológica (2022)— es un evento muy crítico para una sociedad que se basa en la agricultura. Modificaciones en las temperaturas o en el régimen hídrico pueden conseguir que no se produzcan las cosechas que nos alimentan.

En clara sintonía con el hecho de que nos encontremos en una cultura individualista se ha hecho demasiado hincapié en que lxs consumidorxs tomemos medidas contra este calentamiento global. Ocasionalmente se habla de lo útil que sería que comiésemos menos carne y a menudo se nos exhorta a tomar medidas como: aislar mejor nuestras casas, viajar en transporte público, usar la bicicleta o caminar hasta nuestros lugares de trabajo. Conductas eficaces, sin duda, pero es que hace tiempo que se sabe que las mayores causantes de este desajuste climático son las grandes compañías o las enormes instituciones de poderosos Estados1. Sin embargo, es cierto que deberíamos aprender a vivir de otra manera para no emitir a la atmósfera tantos GEI. La humanidad se va a ver forzada a reducirlos y esto tendrá consecuencias en sectores que emiten grandes cantidades de ellos, como los transportes o en los productos de la industria de la automoción y de la industria aeronáutica. No es posible revertir esta súbita (en tiempo geológico, no en humano) modificación del clima en unos pocos años y vamos a notarlo más en el futuro pero todavía estamos a tiempo de no convertir la Tierra en un lugar inhóspito y de prevenir la muerte de millones de sus habitantes. Las últimas noticias en 2024 nos dicen que es inminente una detención de la circulación de vuelco meridional del Atlántico (AMOC), lo que traerá consigo un importante enfriamiento de Europa y que este continente se vuelva más seco, algo que ya estamos experimentando porque la sequía es generalizada, aunque extrema en Cataluña y Baleares.

Las aerolíneas y el turismo, que ya sufrieron muchas pérdidas con la COVID-19, también se resentirán por las modificaciones de consumo necesarias, con lo que es posible que suframos una serie de crisis consecutivas, de las que no podríamos salir, pero que sí lograríamos ir capeando con una mejor distribución de la riqueza, más agroecología y volviendo a los pueblos desde las ciudades.

De todas formas, el caos climático antropogénico no es la única de las amenazas ambientales a las que nos enfrentamos. El Stokholm Resilience Centre de la Universidad de Estocolmo desarrolló, en la primera década de este siglo, un modelo con nueve límites planetarios que en caso de ser traspasados harían inviable la vida en la Tierra2. Estos son: el agotamiento del ozono estratosférico, la pérdida de biodiversidad, la contaminación química, el cambio climático, la acidificación de los océanos, el consumo de agua dulce y el ciclo hidrológico global, el cambio de uso de suelo, el exceso de nitrógeno y fósforo y la carga de aerosoles en la atmósfera. Ya hemos traspasado las zonas de seguridad de seis de los nueve límites. Vamos camino de nuestra propia destrucción. Necesitamos un cambio radical.

Es fácil que en los próximos años pasemos continuamente de una depresión económica a otra, por lo que debemos adoptar modelos que favorezcan la ayuda mutua, en vez de los competitivos que se impusieron desde la segunda mitad del siglo XX. Donella Meadows (1947-2001), Dennis Meadows, Jorgen Randers y su equipo en el clásico de 1972, Los límites del crecimiento ya nos indicaron que el planeta tiene unos límites. Un hecho sobre el que, posteriormente, han vuelto a hacer hincapié multitud de autorxs ecologistas. Algunas de estas fronteras ya fueron alcanzadas y otras lo están siendo así que, abróchense los cinturones porque la caída va ser dura. La Congregación del Infinito debe tratar de crear una red que, con elementos similares a los de las formas laicas de conducirse en la vida y mediante la ayuda mutua, pueda crear una red capaz de amortiguar los golpes que ocasionará dicha caída.

Como explica Yayo Herrero en ponencias y entrevistas, nos hemos situado en una lógica sacrificial: el planeta, los gobiernos —que tendrían que aplicar políticas de reparto de la riqueza—, incluso la mismísima vida de las personas deben ser sacrificados para que haya crecimiento y la economía vaya bien. Esto no se puede permitir.

Nuestras sociedades funcionan con un sistema basado en el crecimiento continuo, algo que exigiría recursos infinitos pero se encuentran en un planeta que ya da muestras muy claras de su agotamiento. En los últimos meses podido escuchar en diferentes medios de comunicación la voz de Antonio Turiel3, exponiendo que vamos a sufrir una enorme bajada en la producción de de petróleo según la Agencia Internacional de la Energía. En su libro Petrocalipsis: crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar y desde hace tiempo en su blog The Oil Crash sostenía que, como tampoco vamos a compensar esta disminución con las energías limpias y renovables, debido a que estas tienen una menor tasa de retorno energético4, en breve afrontaremos una gran bajada de la cantidad de energía que vamos a poder obtener, lo que cambiará radicalmente nuestras sociedades. Otros textos, como En la espiral de la energía, de Ramón Fernández Durán (1947-2011) y Luis González Reyes, Colapso: capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo, de Carlos Taibo o La izquierda ante el colapso de la civilización industrial. Apuntes para un debate urgente, de Manuel Casal Lodeiro, nos cuentan que el importante descenso energético que vamos a sufrir hará que colapse nuestra sociedad, industrial y consumista. 

En todas las configuraciones posibles —aunque se encuentre una fuente limpia e inagotable de energía—, en los próximos años tendrá lugar, queramos o no, un gran decrecimiento. Utilizamos masivamente los combustibles fósiles, son lo que ha conformado la sociedad actual. Su densidad energética es mucho mas alta de lo que nos pueden aportar las energías limpias (tienen una mejor TRE). Ahora van siendo más difíciles de extraer y la humanidad se ve forzada a abandonarlos por el cambio climático. Si la civilización pretende seguir disfrutando de lo que nos da este planeta, va a tener que llevar a cabo una enorme adaptación. Tradicionalmente se han asociado los decrecimientos con momentos de recesión y de crisis, en los que quienes ocupan las capas más bajas de la sociedad son lxs que más sufren pero como explica Jason Hickel en su artículo El decrecimiento: la teoría de la abundancia radical, esto no tiene por qué ser así:

La característica central de la economía del decrecimiento es que requiere un reparto progresivo de las rentas existentes, lo que invierte la lógica política habitual del discurso del crecimiento. A menudo, en su búsqueda de mejoras del bienestar humano, los economistas y los políticos han considerado el crecimiento un substituto de la equidad. Es más fácil desarrollar políticas que aumentan el total de las rentas y esperar que caigan suficientes migajas que mejoren la vida de la gente común que repartir las rentas existentes de forma más equitativa, pues lo segundo requiere atentar contra los intereses de la clase dominante. Pero si el crecimiento puede sustituir a la igualdad, por la misma lógica la equidad puede sustituir al crecimiento (Dietz y O’Neill, 2013). Si logramos un reparto más justo de las rentas existentes, podemos mejorar el bienestar humano y lograr objetivos sociales sin crecimiento —y por lo tanto sin un flujo añadido de materia y energía. Los mecanismos centrales para lograrlo, tal y como se ha explicado, son una semana más corta de trabajo, una garantía de empleo y una política de salarios dignos, así como inversión en servicios públicos. Al aumentar el acceso a la cobertura sanitaria generosa y de alta calidad, la educación, la vivienda a precios asequibles, el transporte, el agua y la luz y la infraestructura de ocio, se puede proporcionar a las personas los bienes que necesitan para vivir bien sin que necesiten disponer de ingresos elevados para disfrutarlos. 5

Si antes se intenta un gran decrecimiento de cara a prepararnos para lo que va a venir, este debería producirse solamente en los lugares donde más se consume, aunque es verdad que más tarde o más temprano, la escasez de recursos y energías provocará un decrecimiento generalizado.

El capitalismo industrial fosilista —tanto el basado en doctrinas liberales, como el de Estado que se práctica en Asia del Este—, se ha desarrollado gestionando una Tierra con una gran abundancia y creando —como apuntan Jason Hickel y distintxs autorxs— una falsa sensación de escasez. Este sistema económico no va ser de utilidad en los próximos años, cuando lo que haya que gestionar sea la insuficiencia de energías y materiales, una contaminación cada vez mayor, el deterioro en general del medio ambiente y el cambio climático. 

En su versión neoliberal organizó un mercado, que fue capaz de atomizarnos, para el que solo fuimos trabajadorxs-consumidorxs. Ahora está entrando en la que será su crisis definitiva. Deberemos luchar para que los sistemas que lo sucedan respeten los derechos de las mujeres, de la gente que migra, de LGTBIQ+, actúen en favor del antirracismo y sean ecológicamente positivos. Las personas —sean consideradas ciudadanas con derecho a voto o no—, en vez del mercado, deberían decidir el destino de la energía que se consiga.

En un contexto postcrecimiento será necesaria una organización fuertemente aglutinadora. Por eso la Congregación del Infinito parece muy buena solución.

1  En este periódico se hacen eco de que el ejército de EE. UU. tiene una huella de carbono mayor que la de 140 países del mundo. https://blogs.publico.es/otrasmiradas/21170/el-ejercito-de-estados-unidos-contamina-mas-que-140-paises-se-impone-reducir-esta-maquinaria-de-guerra/

2 El diagrama con la situación actual de los nueve límites planetarios se puede ver en: https://www.climatica.lamarea.com/uso-agua-dulce-supera-limite-seguridad/

3 Doctor en Física Teórica y licenciado en CC. Matemáticas, creador de The Oil Crash, blog donde, desde 2010, Antonio Turiel nos anticipa la crisis energética https://crashoil.blogspot.com/

4 La tasa de retorno energético (TRE) es una relación entre la cantidad de energía que se utiliza para explotar un recurso energético y obtener energía de él.

5 Hickel, Jason: El decrecimiento: la teoría de la abundancia radical. Universidad de Londres.

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La vida en el centro 1/5

La ética de la Congregación del Infinito, sobre una base de respeto a los derechos humanos —y de todxs1 lxs seres2 vivxs—, se construye en torno al hecho de poner la vida en el centro de las relaciones. El encabezado de este capítulo es el título de al menos dos libros y una máxima en los feminismos que no debemos olvidar a la hora de construir cualquier estructura social.

Poner la vida en el centro es algo que tradicionalmente han hecho las mujeres. Esta organización, al contrario que las religiones viejas (también las no teístas), tan imbuidas del sistema patriarcal —por eso nos encontramos en ellas con importantes dosis de misoginia—, solo puede ser feminista.

Como nos explicaron hace años en la versión académica de los movimientos feministas, desde el inicio de la Historia, los hombres —que eran los que mandaban— (no quiero incluirme en esta categoría) dieron más importancia al trabajo productivo que al trabajo reproductivo, que se desarrollaba en el hogar y estaba a cargo de las mujeres. Nos narraron unos relatos históricos protagonizados casi siempre por ellos. Y sin embargo, alguien tenía que sostener la vida de todos esos héroes.

Muchxs niñxs de mi generación tuvimos todavía una madre que era frecuente que no trabajase en otro lugar, una mujer que se veía obligada a quedarse en casa cuidando de sus hijxs. Y como señalaron hace décadas diferentes teóricas feministas: tanto si trabajaban fuera como si no, las mujeres se solían ocupar de hacer las tareas domésticas, sin apenas compartirlas con el hombre que ejercía el rol de padre, si es que alguien lo hacía, ya que siempre hubo una minoría de familias lésbicas —lo que pasa es que se disimulaba— y muchas monomarentales (por viudedad, abandono o libre elección).

Otras escritoras nos describieron cómo cuando las mujeres se incorporaron de forma masiva al mercado laboral —a raíz de cierto reconocimiento obtenido por los feminismos de la segunda ola—, se produjo una gran crisis en el trabajo de cuidados. Y cómo esta crisis se fue parcheando con medidas (claramente insuficientes) para fomentar la conciliación en el trabajo, recurriendo a personas de la familia o amigas —casi siempre también mujeres— que no trabajan fuera de casa y, quienes puedan permitírselo, pagando para que trabajadoras —que suelen ser de nuevo mujeres— realicen las tareas del hogar, recojan a lxs niñxs del colegio o se ocupen de quienes requieren cuidados. Estos empleos a menudo son precarios y suelen estar mal pagados. Todavía queda mucha tarea por delante en lo tocante a conseguir un reparto equitativo de los trabajos reproductivos y de cuidados. Poner la vida en el centro significa, avanzar en ello, concederle al trabajo reproductivo la importancia que se merece y fomentar la conciliación de la vida familiar con la laboral.

Al mismo tiempo que nos reunamos y construyamos comunidades de mujeres, personas de géneros no binarios y hombres, fomentaremos un culto a la clorofila. Esta sustancia es la responsable de que plantas y algas verdes fijen el dióxido de carbono del aire, a través de la energía aportada por el sol, y nos devuelvan oxígeno, lo que reduce ese peligroso gas de efecto invernadero, principal responsable del cambio climático. Esto seguramente nos resultaría muy útil para luchar contra él. El culto a la clorofila se puede concretar en un amor por los bosques, las selvas y también, aunque sean ecosistemas creados por las criaturas humanas, por los huertos y los bosques comestibles3. Restaurar los ecosistemas destruidos por siglos de acción humana es algo que ayudaría a reducir la cantidad de dióxido de carbono que hay en el aire. Dentro de estas técnicas hay una que se conoce como rewilding que consistiría en dejar que se asilvestraran diferentes territorios.

Habría que dejar de fomentar el desarrollo económico a costa de la destrucción de la naturaleza. El ser humano es ecológicamente dependiente. No puede vivir “emancipado de ella”, como lo cuenta Yayo Herrero en su artículo Lo personal es político: ecofeminismos en los territorios del Norte Global, inserto en el volumen de varias autoras Por qué las mujeres salvarán el planeta:

“Occidente ha conformado a través de la historia una noción de Progreso que hace creer que es posible vivir como individuos aislados, emancipados de la naturaleza y desresponsabilizados del cuidado de quienes nos rodean. Esa triple emancipación es ficticia y sólo se pueden beneficiar de ella algunos sujetos, mayoritariamente hombres, pero el analfabetismo ecológico generalizado, el mito del crecimiento exponencial -imposible en un planeta con límites físicos- y la fe tecnológica que hace creer que siempre se inventará algo que resuelva todos los problemas, incluso los que la misma tecnología provoca, hace mirar a otro lado cuando llegan noticias y señales de la crisis civilizatoria que atravesamos”

Poner la vida en el centro sería también presionar para eliminar las actualmente muy restrictivas leyes y directivas de extranjería, que regulan el movimiento de las personas por el planeta. Mientras lo conseguimos habría que dedicar más medios para evitar las muertes de migrantes en todo el globo y, especialmente, en la frontera sur de EE UU y en el Mediterráneo. Tendría que haber en este mar y en el Océano Atlántico, al menos en la ruta del archipiélago canario, una cantidad mayor de barcos de salvamento  —en torno a las Islas Canarias todavía no conocemos ninguno— y no se deberían poner impedimentos a su trabajo, como hace el gobierno italiano. Lxs que se juegan la vida adentrándose en el mar para llegar a otro Estado que ofrece mejores condiciones de vida, lo hacen intentando burlar las crueles leyes sobre inmigración y extranjería pero, como ya he señalado, deberían ser derogadas, ya que moverse por el mundo es un Derecho Humano.

Podemos marcarnos como meta reducir la diferencia entre los Estados con mayor IDH y aparentemente garantes de los derechos humanos y los que tienen los peores índices, en los que frecuentemente encontramos situaciones de violencia y que de este modo, nadie se viese forzadx a dejar su casa, abordando la raíz del drama. Pero en tanto alcanzamos ese deseado horizonte, deberíamos acoger mejor a lxs que migran, que no vienen, como a menudo escuchamos que dice la gente, ni a “quitarnos el trabajo” ni a “vivir de los subsidios”. Los grandes flujos migratorios se van a seguir produciendo, la llegada de población a los lugares donde se perciben más posibilidades va a aumentar en los próximos años. Una de las principales causas de esto será el desigual impacto del calentamiento global, dada la mayor capacidad de ciertos Estados de movilizar dinero para mitigar sus efectos. Lo que estamos consiguiendo poniéndoles dificultades a quienes migran, es que mueran más personas al intentar de una manera desesperada llegar a nuestras tierras. Pero no solo tendríamos que ponérselo más fácil, del mismo modo, deberíamos revisar nuestros sistemas democráticos para que lxs que tienen otro pasaporte no sean consideradxs ciudadanxs de segunda clase y puedan ejercitar libremente su voluntad política. Ya es muy injusto poner dificultades a la entrada de migrantes en los territorios con mayor IDH, pero aún lo es más en un contexto en el que se empiezan a notar los efectos de un caos climático que estimularon aquellas naciones al industrializarse y quemar combustibles fósiles. La gente blanca se ha estado extendiendo por todo el planeta desde hace quinientos años. ¿Por qué lxs que no son blancxs no iban a poder hacerlo en el siglo XXI?

1   No me sentiría cómodo usando siempre el masculino como genérico. La lengua española sigue una norma que dice que los sustantivos referidos a personas o animales deben ponerse en masculino cuando se desconoce el género de las aludidas o en cuanto se suponga que hay un hombre. Así, se dice “tres hermanos” aunque sean dos mujeres y un hombre. Para representar también a las personas con géneros no binarios que utilizan la “e” al hablar de sí mismas, tendría que incluir en este texto las tres versiones de cada palabra de género variable, pero no lo haré. Me siento más cómodo usando la “x” en las palabras que varían con el género. Debería pronunciarse con el sonido vocálico “e” o “i”. Prefiero la “x” antes que la “e” porque esta última vocal se utiliza para construir la forma del masculino plural en las palabras que terminan en consonante. De este modo, para usarla en un lenguaje inclusivo, tenemos que escribir: diosas/es, trabajadoras/es, autores/as, lectoras/es, escritoras/es, musulmanes/as, etc. Sin embargo, en algunos casos no lo usaré la “X” porque no lo encuentre justo, me resulte extraño o no lo considere necesario ni oportuno debido a la histórica opresión sobre las mujeres. En esas ocasiones escribiré de forma tradicional. 

2 Consideraré la palabra “ser”, contrariamente a la opinión la RAE, como un sustantivo ambiguo: tal que otros, por ejemplo, “puente”, “mar”o “calor”. 

3 Un bosque comestible es uno formado por todo tipo de plantas que se ha diseñado de tal forma que pueda producir gran cantidad de alimentos de manera natural. Es una técnica de permacultura. En esta web viene muy bien explicado https://www.agrohuerto.com/los-bosques-comestibles-que-son/

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Lemniscata 5/5

El laicismo estatalista fue, es y siempre será un instrumento fundamental para la construcción de cualquier país en el que se intente algo parecido a la democracia. Permitió que las instituciones que iban consolidándose se separasen de las religiones. Todavía tiene una ingente tarea por delante, debe ser más fuerte en todo el globo terráqueo y hay que profundizar más en él.

En cambio, el laicismo individualista es en realidad un caballo de Troya del neoliberalismo en la guerra por mejorar la realidad, algo que en principio parece bueno —un regalo de la modernidad occidental— pero que a la larga resulta negativo. Estoy seguro de que no es un factor desdeñable en el hecho de que los partidos neoliberales y conservadores estén sumando cada vez más ciudadanxs a su causa, lo que nos podría hacer perder derechos y conquistas. La ultraderecha, marchando de su mano, no para de crecer, en unos partidos o en otros. 

Hay que actuar de manera diferente, ofreciendo una alternativa y estimo que fomentar la creación de grupos que otorguen, a lxs que formen parte de ellos, sentimientos de pertenencia a algo más grande —por supuesto, en el marco de respeto a los Derechos Humanos— es una buena estrategia. Al proveer de estos sentimientos, esta organización podría constituir también una opción suplente a las pandillas callejeras. Si consigue convertirse en algo más allá de lo marginal, podría devenir en una herramienta para luchar contra las maras salvadoreñas y entidades similares en otros países —sin necesidad de cometer atrocidades, como han hecho ciertos gobernantes—, aunque en esta ocasión formando una comunidad ecologista, antirracista, en la que no impere la cisheteronormatividad, que luche contra el sistema patriarcal, la supremacía blanca y la xenofobia.

A los grupos dominantes les parece muy bien que quienes nos alejamos de posiciones conservadoras sigamos actuando de manera individualizada —como el maltratador de mujeres, que lo primero que hace es aislar a su víctima, como lxs jefxs de las multinacionales que no quieren que sus trabajadorxs se sindiquen o lxs depredadorxs que prefieren que sus presas no vayan en manada—. Se inclinarán por  que permanezcamos consumiendo atomizadxs en unidades familiares y que no nos encontremos semanalmente, ya que podríamos organizarnos para realizar cualquier actividad. Siempre intentarán fomentar la desconfianza de lxs ciudadanxs y que los discursos culturales apunten en esa dirección.

Cualquier noción de colectivización o empresa pública ha sido ampliamente criticada. Lo comunal ha sido completamente demonizado, aun sabiendo que estructuras de este tipo, sin ser estatales, en ocasiones pueden ofrecer servicios públicos. 

Nos iría mejor dejando atrás ciertos comportamientos individualistas y aceptando la propiedad comunal. Por ejemplo, lxs mayores podrían mejorar su calidad de vida si, llegado el momento, renunciasen a vivir solxs y se organizasen colectivamente para vivir, en un sistema de cooperativa de cohousing, contando con espacios privados y otros comunitarios. Hoy ya existen cooperativas de viviendas para mayores, como por ejemplo Trabensol1, cooperativa de cohousing senior con un edificio en Torremocha (Madrid), o el Residencial Santa Clara, de Málaga, aunque siguen siendo muy minoritarios. Podríamos intentar ampliar este sistema a viviendas en los edificios de apartamentos de cualquier ciudad, mediante la incentivación pública de permutas de pisos, con la doble función de llegar a todas las clases sociales y no desarraigar a nadie de su entorno tradicional. Todo el proyecto tendría que ser gestionado por la propia vecindad. En estos pisos sería insuficiente tener solo un dormitorio para cada inquilinx, harían falta otras habitaciones para montar comedores o una salas de estar para recibir a amistades y familiares. Y si faltan habitaciones se podría compartir las destinadas a dormir. Entre todxs lxs que morasen juntxs se podrían contratar algunxs profesionales que lxs ayudasen. Residiendo de este modo seríamos capaces de evitar la soledad no deseada en la que se encuentran una gran cantidad de ancianxs, que ya no se pueden mover como cuando eran algo más jóvenes y era posible la independencia. Una forma de ir acercándose a esta situación se podría producir si lxs individuxs que pasan de los setenta años decidiesen vivir compartiendo pisos grandes. Tristemente son habituales esas noticias en las que hallan el cadáver de alguien de avanzada edad semanas después de que se produzca su fallecimiento. Con esta forma colectiva de llevar ese momento en el que la vejez resulta imposibilitadora de importantes tareas, claro que se perdería intimidad y espacio. Sin embargo, se ganaría calidad de vida para lxs mayores, que no olvidemos, son una fuente de conocimiento y en consecuencia, muy útiles para cualquier colectividad.

Esta importante presencia de la situación de soledad no deseada es fruto de que nuestra sociedad esté construida en base a las parejas y las familias nucleares. Lxs hijxs se hacen adultxs y se independizan y muchas mujeres sobreviven a sus compañeros y se quedan solas. Algunas de esas personas preferirían vivir acompañadas y sería muy positivo que tuviesen una comunidad para hacerlo si quisieran y si no, al menos para relacionarse más.

La comunidad, en la actualidad, es la base de la sociedad en las culturas indígenas y campesinas. A lo largo del siglo XXI, a medida que los efectos del cambio climático y la escasez de energías y materiales se vayan haciendo más patentes, va ser más y más necesaria para la población en general. Las relaciones comunitarias deberían ser las más abundantes en barrios y pueblos, en lugar de las propias de esa masa de consumidorxs individualizadxs que viven en familias nucleares, extensas, monomarentales o monoparentales, más y menos diversas. Pero han de ser protagonistas unas comunidades que articulen unos grupos que se rijan por unos criterios diferentes a los que mantuvieron aquellas tan anticuadas, dominadas en muchos casos por el sistema patriarcal y las presuposiciones cisheronormativas que, en ocasiones, se formaron en torno a las viejas religiones teístas. Podemos construir otras más emancipadoras, sobre la base de la igualdad de derechos y el respeto a la naturaleza y a los límites del planeta.

Existen, por supuesto, comunidades laicas, como las que se forman en torno a sindicatos, partidos políticos, asociaciones feministas, asociaciones LGTBIQ+, cooperativas, centros sociales, grupos de consumo responsable… Quizás haya más en el futuro, pero hoy en día, lo que mejor funciona a lo largo del planeta, cuando hablamos de grupos más grandes que la familia, son las comunidades construidas alrededor de la religión. 

En cualquier caso, lo que se está proponiendo con la Congregación del Infinito no es renunciar a ningún tipo de laicismo, más bien se trata de “infiltrar” en las religiones a una que aporte cosmovisiones diversas.

Lo que necesitamos son comunidades feministas, antirracistas, antixenófobas, ecologistas, aliadas de LGTBIQ+, edificadas sobre los derechos humanos (y animales), que respeten el principio de igualdad y no otorguen prerrogativas ni a los hombres ni a gente blanca.

Lo que necesitamos son comunidades que no impongan la cisheteronorma, que apuesten por la igualdad y la no discriminación, tampoco por razón de diferente religión o de ausencia de ella, ni por las diferentes capacidades de cada cual.

Lo que necesitamos son comunidades que nos apoyen no solo cuando somos jóvenes y todo va bien, sino también en los momentos en los que tenemos grandes problemas, no somos buena compañía, no resultamos divertidxs o si, a medida que pasa el tiempo, nos vamos convirtiendo en ancianxs.

Lo que necesitamos son comunidades que reconozcan que existen mujeres, hombres y una pequeña minoría de personas —en la década de los veinte del siglo XXI, quizás en el futuro esta categoría sea mayor— que se definen como de géneros no binarios; que el hecho de que te encuadres en una categoría u otra no depende exclusivamente de tus genitales y que hay quienes son cisgénero, cuando su género coincide con el que les fue asignado al nacer, y transgénero cuando transitan para ubicarse. 

Lo que necesitamos son comunidades que luchen más contra esa imagen que los medios de masas imponen, de las mujeres como muñequitas: bellas, delgadas, hipersexualizadas, no muy mayores, sin demasiadas curvas, entrenadas para gustar y a menudo imposibilitadas por diferentes técnicas para aparentar mayor belleza y fragilidad, como por ejemplo el uso de uñas largas preciosamente decoradas, de tacones altos o la necesidad (especialmente dura para las mujeres negras) de tener el pelo perfecto. Que no les pidan que sean sexy, como hacía Coz2 en su tema de 1979 Más sexy, a modo de reacción contra los cambios en la vestimenta y los peinados generalizados en numerosas mujeres en la década de los 70 del siglo pasado. De todas formas, no podemos asumir que cualquier búsqueda de la feminidad tradicional esté encaminada siempre a gustar a los hombres, ni proscribirla en una suerte de femmefobia. Pero son esenciales comunidades donde se fomente otro tipo de feminidad.

Lo que necesitamos son comunidades donde no haya líderes, para que no ocurra como en tantas otras, en las cuales hay un jefe que es un hombre blanco, (presumiblemente3) cisgénero y (presumiblemente) heterosexual.

Lo que necesitamos son comunidades realmente diversas.

Las Asambleas del Infinito podrían ayudar a formar esas comunidades.

1  El artículo Cohousing senior, un envejecimiento hiperactivo en número 69 de la revista de El Salto nos explica su funcionamiento, cómo se formó el histórico Residencial Santa Clara y ofrece un buen acercamiento al tema. https://www.elsaltodiario.com/vejez/cohousing-senior-un-envejecimiento-hiperactivo

Coz fue un banda de rock que tuvo cierto éxito en el Estado español a finales de la década de los 70 y principios de la de los 80 del siglo XX.

3  Inolvidable, la narración (aunque hoy se califica de mito) de la Papisa Juana, uno de los múltiples casos de mujeres que se hicieron pasar por hombres a lo largo de la Historia. http://archivo-t.net/transbutch/masculinidades-transgresoras/otro-hombre-mujer/

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Lemniscata 4/5

Quienes formemos parte de la Congregación del Infinito hemos de colaborar en la organización periódica de las asambleas ciudadanas y difundir —ya sea con carteles, RR.SS. o cualquier otro medio— sus convocatorias. Han de representar un papel de facilitadorxs, azafatxs o camarerxs en estas asambleas.

Por supuesto, para participar en las de esta organización de carácter religioso no hará falta tener ningún tipo de documento identificativo oficial, al contrario de lo que ocurre en las elecciones municipales, insulares, autonómicas, generales o europeas1. En consecuencia, será posible que lxs que se encuentran en situación administrativa irregular se expresen en ellas. Podrían celebrarse algunas públicamente y de un modo declarado y al tiempo, otras de forma oculta para aquellxs que no deseen “salir del armario”. También será necesario hacerlo escondiéndose en todos los lugares donde no esté garantizada la seguridad de sus integrantes.

Las Asambleas del Infinito es mejor que sean de pequeño tamaño. Podrían constituirse en espacios en los que reunirse semanalmente para discutir y elaborar estrategias para mitigar y paliar amenazas ecológicas, como el cambio climático antropogénico antropogénico, la crisis energética y de materiales, el brutal descenso en la biodiversidad o el aumento en la producción de desechos y contaminación que requiere una economía que necesita estar en constante crecimiento. También para  contar lo que cada una quiera y discutir acerca de machismo, racismo, LGTBfobia o xenofobia. Aun en el caso de que no se llegase a consenso alguno convendría tomar acta de ellas para reflejar, al menos de manera aproximada, por donde han ido las discusiones. El objetivo real es crear una comunidad cohesionada, incluso sabiendo que dentro de ella van a aparecer diferentes cosmovisiones. En dichas asambleas participaría cualquiera, independientemente de lo que pueda creer que encierra la palabra infinito. Podrían intervenir personas materialistas2, ateas, agnósticas, deístas o panteístas y las que tengan creencias espiritualistas, en energías o en reencarnaciones. Del mismo modo podrían hacerlo quienes crean en determinados espíritus de la naturaleza aunque los llamen dioses. 

En el presente, es una práctica habitual, después de cada reunión de un grupo, sindicato o asociación, quedarse bebiendo algo, para favorecer la creación de una comunidad en base a la camaradería. Que a partir de la nuestra se construya una es el principal motivo por el que se va a reunir la Asamblea del Infinito. Sin embargo, esta colectividad resultaría demasiado sectaria si se ciñese solo a lxs que formasen parte de esta entidad religiosa no patriarcal. Convendría aprovechar la diversidad en la asamblea ciudadana y conseguir que se formase otra allí.

Lo que funcionaba en ciertos lugares del occidente opulento en las décadas de mil novecientos setenta, ochenta, noventa, dos mil, dos mil diez y en la primera parte de los veinte —en estas últimas ya con sociedades étnicamente algo más diversas en diferentes áreas del planeta, pero con un apoyo cada vez mayor a la ultraderecha—, no va funcionar al final de la década de los años veinte o en la de los treinta del siglo XXI. Muchas de las grandes ciudades en las zonas de privilegio han cambiado notablemente en los últimos cincuenta años. Cualquiera que viaje en transporte público puede comprobarlo. En Europa, entre lxs  pasajerxs que vemos en los vagones de metro, en el autobús o en el tranvía percibimos una gran diversidad, conseguida por la mayor cantidad de migradxs —reforzada por quienes ya han nacido en los países del Norte Global, pero tienen ascendencia de otros—, algo que antes no ocurría. Y la mayoría de ellxs —aunque las generalizaciones siempre son algo peligroso—, suelen estar acostumbradxs a formar parte de algo más grande y a encontrarse todas las semanas con lxs de su comunidad, especialmente con aquellxs que no ven a diario. No van a cambiar sus religiones antiguas por un laicismo individualista y, a pesar de que podría ocurrir que tampoco lo hiciesen por la Congregación del Infinito, merecería la pena intentarlo. 

Lxs migradxs, a día de hoy, apenas tienen representación política3 en las instituciones llamadas democráticas, ya que la mayoría no puede votar. Habría que potenciar las Asambleas Ciudadanas y constituir una especie de agrupación estatal o federal de delegadxs que difunda lo que se haya oído en dichas asambleas locales y que constituya otro de los “poderes de la democracia”, como el legislativo, el ejecutivo o el judicial: un poder asambleario.

En los últimos siglos, nos hemos ido alejando de las viejas comunidades y, por efecto del liberalismo político hace tiempo las sustituimos por un pretendido individualismo que, como precisa Almudena Hernando en La fantasía de la Individualidad, siempre se ha apoyado en la identidad relacional de mujeres, como las esposas, compañeras, madres, hijas, sobrinas, suegras, hermanas o cuñadas por ejemplo, que convivían con esos hombres que se declaraban individualistas. Escribe:

“Esta identidad deriva de la incapacidad para concebirse uno mismo fuera de las relaciones en las que se inserta. Debe comprenderse algo fundamental en este punto: la identidad relacional no implica que se dé mucha importancia a las relaciones que se sostienen (como puede suceder con la mayor parte de la gente individualizada), sino la imposibilidad absoluta de concebirse a uno/a mismo/a fuera de esas relaciones”4

Desde el siglo XIX, un significativo número de quienes huían de la cisheteronorma abrazaron los valores de las corrientes políticas liberales, aunque la mayoría afortunadamente, después no lo hizo con los de las neoliberales. Lograron escapar de esas antiguas comunidades que consideraban dañinas y que, en cierta medida, lo eran, pues daban cobijo a los virus de la cisheteronorma, del patriarcado y de los estereotipos racistas. Una enorme cantidad de disidentes sexuales y de género se unieron a la migración del campo a la ciudad que se produjo buscando una vida mejor y que continúa hasta hoy. Además de disfrutar de las ventajas de la vida en una urbe —más facilidad para encontrar trabajo, mejor acceso a la sanidad o poder disfrutar con mayor facilidad de una vida cultural, por ejemplo—, lxs que lo hacían gozaban de un oportuno anonimato. En ciertos barrios de las ciudades, se construyeron nuevas uniones realmente más satisfactorias que la familia de sangre. Fueron creando algunas comunidades no cisheteronormativas pero que, en cuantiosas ocasiones albergaban en su interior una concepción patriarcal de las relaciones humanas y cierto desprecio (a veces racismo) hacia otras comunidades más o menos desconocidas, de las que previamente no formaba parte ninguna integrante del grupo. A medida que las sociedades se modernizaban, unas colectividades clásicas percibidas como “muy anticuadas” iban perdiendo terreno mientras lo ganaba esa ilusión de individualidad. Pero las comunidades son positivas, mucho más en situaciones difíciles. La Congregación del Infinito, si consigue establecerlas, podría ser útil para que estuviesen acompañadas todas esas personas que viven solas, hecho que es anecdótico mientras son independientes y salen de casa mucho pero que, con el tiempo, se suele volver crítico cuando envejecen, dejan de serlo y de tener una vida social.

Tras los desastres causados por los totalitarismos durante el siglo XX —unos regímenes que fueron levantados por unos partidos políticos basados en los movimientos de masas y que produjeron varios millones de muertxs—, la opinión reflejada en el cine, los libros, la prensa, la radio, la televisión y los media en general —más tarde, incluyendo a Internet y los videojuegos—, ha sido y es favorable a que se extendiese ese individualismo neoliberal. 

Que los intentos de mejorar la sociedad del siglo pasado acabasen en totalitarismos asesinos, no significa que, hoy en día, ya no haya que seguir intentándolo, sino que hay que hacerlo respetando los Derechos Humanos. Ante todo el daño que causaron esos regímenes y esas dictaduras, el liberalismo se ha configurado como el mejor de los sistemas. Como está adaptado al contexto de los últimos sesenta años, ya comenzamos a hablar a finales del siglo XX, de Neoliberalismo. Esta corriente aumentó enormemente su hegemonía desde el golpe de Estado en Chile en 1973, el ascenso al poder de Margaret Tatcher (1925-2013) en 1979 y el de Ronald Reagan (1911-2004) en 1980, hechos a los que se sumaron, la ruptura del bloque autodenominado socialista en 1989, con la subsiguiente desintegración de la URSS en 1991, y la consolidación de la sociedad de consumo. Considero que no debemos renunciar al proyecto de crear uno nuevos sistemas por los cuales nos organicemos las criaturas humanas, únicamente hay que esforzarse en proceder a ello de otra manera, sin imponer nada, ofreciendo nuevas alternativas a lo antiguo. 

Las sociedades basadas en esta tendencia individualista, en el libre mercado y que se muestran como “desideologizadas” —como las de la mayoría de países del centro y este de Europa—, en realidad no lo están tanto y la mayoría de su población se mueve entre el conservadurismo, el nacionalismo y el neoliberalismo. Son campo abonado para la ultraderecha. 

Las izquierdas podremos obtener importantes triunfos en determinadas elecciones. Pero, mientras no consigamos construir tejido social en las calles —algo que no ocurre en la actualidad— estas victorias se mostrarán muy endebles. Esta estructura podría proporcionarlo estableciendo comunidades de mujeres, hombres y personas de géneros no binarios, con un marcado carácter feminista, antirracista, antixenófobo y ecologista, todo ello sin presionar con la cisheteronorma.

Las tendencias individualistas, hegemónicas hoy día, establecen que tenemos que buscar nuestro beneficio individual, y si no lo conseguimos, nos convertimos en perdedorxs (losers). Sin embargo, la vida nunca fue de ese modo, y menos, ahora. En nuestra realidad hipertecnologizada se están iniciando una serie de inmensos cambios que van a tener como resultado que tengamos que adaptarnos progresivamente a vivir con menos energía. Únicamente en comunidades (esta vez construidas en torno a unos valores emancipadores) podremos hacer frente a los futuros desafíos cotidianos —incluso sobrevivir cuando las circunstancias se vuelvan más difíciles—, luchar contra el cambio climático e intentar salvar la naturaleza de este planeta.

Para los sectores hegemónicos en política y economía solo hay realmente dos posibilidades deseables: o formas parte de la comunidad de alguna gran religión con unos principios convenientemente conservadores o puedes permanecer lejos de ellas pero llevar una vida individualista. No podemos permitir que las religiones patriarcales constituyan la única alternativa al individualismo reinante. La Congregación del Infinito se tiene que convertir en una opción para aquellxs que valoran lo mucho que aportan las relaciones comunitarias o incluso se plantean vivir en comunidad. 

 1 De igual forma, las asambleas ciudadanas cuentan con migradxs en situación administrativa irregular. Estas asambleas podrían representar una forma de hacer política alternativa a las elecciones, en la que, esta vez sí, sea posible que participen.

2  Todas las veces que uso está categoría estoy hablando de una tendencia filosófica que subraya que la materia es la que produce la conciencia. Para otras acepciones del término usaré la palabra consumista.  https://es.wikipedia.org/wiki/Materialismo

3 Compuesta por un puñado de diputadxs nacionalizadxs pero que han nacido en otras tierras y algunxs concejalxs de nacionalidades que sí pueden votar en las elecciones municipales.

4 Almudena Hernando: La fantasía de la individualidad. Traficantes de Sueños: Madrid, 2018

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Lemniscata 3/5

El recelo y desprecio que hay en toda Europa hacia lxs migrantes se ha concretado en el despliegue de una necropolítica que hace que se tengan que jugar la vida para entrar en el continente. También es muestra del peligroso racismo que se sigue extendiendo por todo el planeta. 

En Abya Yala los fantasmas se alejaron después de la derrota de Bolsonaro y la llegada de gobiernos de izquierda a Colombia y Chile, aunque se vuelven a acercar tras la victoria de Milei, de modo que es preciso potenciar nuevos marcos conceptuales que destaquen la igualdad de las criaturas humanas.

Hay que luchar permanentemente contra ese racismo, además de con políticas antirracistas, con algunas medidas para combatirlo como: conseguir un aumento de referentes no blancxs o no payxs, tanto en la realidad de los cargos institucionales como en las ficciones —con representatividad y agencia, sin incluir tokens1, gran cantidad de educación en los medios de comunicación de masas, y multitud de eventos callejeros dedicados a la aceptación de quienes tienen diferentes culturas. 

Es una imagen común en grupos de ultraderecha que la población blanca, especialmente la de clase baja, esta siendo sustituida por la migrante. En 2011 Renaud Camus publica Le Grand Remplacement (El gran reemplazo), una obra en la que sostiene que la blanca y de cultura cristiana europea, no es que esté recibiendo unxs migradxs que la vuelven más mestiza, sino que está siendo reemplazada por otra masa compuesta de ciudadanxs no blancxs y musulmanxs. Tesis islamófoba que igualmente sostiene Michel Houllebecq en su novela Sumisión, publicada en 2015. Renaud Camus no inventó nada, solo recogió un concepto que se repite en amplios sectores de la ultraderecha blanca de diversos países y que guía las acciones de quienes están a favor del supremacismo blanco, como el que en 2022 disparó en Buffalo2 (New York) o el que lo hizo en Jacksonville (Florida), en agosto de 2023. El eco que tienen en Europa estas creencias explica el doble rasero con el que tratamos a lxs refugiadxs, según tengan una nacionalidad europea —y sean blanquitxs y cristianxs— o no.

No hay ningún tipo de reemplazo demográfico. Más bien se trata de una redistribución de sujetxs de los Estados con menor IDH a los que, actualmente, tienen uno mayor; una ayuda para disminuir ligeramente la media de envejecimiento de lxs residentes en estos últimos, un movimiento de masas que relaja la presión a la que estamos sometiendo al planeta y mejora la situación que habíamos imaginado para el futuro. El resultado serán unas tierras con una composición étnica en la que se perciba diversidad y un mayor mestizaje.

Sin embargo la xenofobia se encuentra fuertemente instalada en los países del Norte Global. Como explica Yayo Herrero en su ensayo Las migraciones en el Siglo de la Gran Prueba:

Cuando en los discursos  xenófobos dicen “aquí no cabemos todos”, en realidad aluden a la imposibilidad de que los estándares materiales, políticos y simbólicos que se habían alcanzado solo para algunas partes minoritarias y ricas de la población sean viables para todos los nacionales si llegan muchas personas de fuera con las que haya que compartir.

La realidad incómoda es que efectivamente, no es posible que quepamos todos si los estándares materiales deseados suponen vivir como si existieran varios planetas en vez de uno parcialmente agotado. El bienestar material desigual de los países enriquecidos no se sostiene sobre la base material de su territorio, sino que se satisface acaparando otros territorios y  expulsando irreversiblemente a quienes viven en ellos.3

Aquellxs que migran siempre tendrán que poder hacerlo porque es un derecho humano. Se trata de una práctica muy arraigada en las criaturas humanas desde que eran cazadoras-recolectoras, que no encontraban seguridad alimentaria o de cualquier tipo en el terreno que ocupaban. Gracias a ella pudimos expandirnos por todo el planeta. Durante varias decenas de miles de años, lo usual era ser nómada. Sin embargo, eso es algo que ha cambiado en los últimos diez mil años. No podemos olvidar que a grandes rasgos, el actual poblamiento de la Tierra, además de resultado de la colonización europea y el tráfico de africanxs esclavizadxs, es producto de milenios de oleadas de migración.

Hoy no se debería poner ninguna dificultad para migrar —como sí hacen las leyes de extranjería y el derecho internacional—, sobre todo teniendo en cuenta que la abundancia de las zonas de privilegio (siguiendo la expresión que utiliza Yayo) se ha basado en la colonización primero y/o la explotación después, de un gran número de lugares de los que recibimos migración y que además, a menudo vienen huyendo de una realidad muy violenta y sin perspectivas de futuro. Continuamente nos llegan recursos de estas tierras pero ponemos multitud de trabas al establecimiento aquí de sus habitantes. Es indispensable traer el café, el cacao, el petróleo, el gas, el litio…Pero es un problema si se establecen aquí migradxs de los países en los que se producen o se extraen.

En todos los países, incluidos aquellos que nunca han tenido colonias pero han utilizado sus empresas para conseguir dinero del sur global, oponerse a la inmigración es oponerse a la expresión de un derecho humano. En los que sí las tuvieron es además una forma de situarse en contra de algo que podría verse como una compensación parcial o como un resultado de lo que hicieron en el pasado. Lxs colonxs procedentes de Europa causaron daños demasiado graves al resto de los pueblos del globo terráqueo: maltrataron, asesinaron, cometieron violaciones y genocidios. Incluso crearon campos de concentración, como hicieron las autoridades alemanas en Namibia. Además, fueron los responsables de una gran destrucción epistemológica, lo que contribuyó a una colonización cultural que ha seguido existiendo después de la presunta descolonización. En África esclavizaron a personas y luego traficaron con ellas para llevarlas a Abya Yala. Allá, quienes eran traídxs de África y sus descendientes, además de asesinatos, violaciones y diversas vejaciones cometidas a menudo por lxs hacendadxs y tratantes de esclavizadxs, sufrieron una intensa presión evangelizadora. Ahora resulta moralmente indecente oponerse a que en los territorios europeos se instalen lxs que proceden de otros lugares. Y aunque es cierto que hay países de ese continente que nunca se dedicaron a colonizar, creo que sí que se beneficiaron de los efectos de la colonización. 

A lo largo y ancho de todo el planeta, la gente que todavía no lo haga, tiene que aprender a valorar las manifestaciones de otras culturas y dejar de votar a partidos que ven la llegada de refugiadxs como un problema. La mala atención que puedan recibir, que alojen a los hombres en terribles barcos-prisión mientras se resuelven sus solicitudes de asilo4, cómo proceder ante llegadas masivas, que haya quienes se juegan la vida adentrándose en el mar en débiles embarcaciones o colándose escondidxs en partes imposibles de vehículos o en remolques frigoríficos de camiones, sí son problemas. Que contraten a trabajadorxs y les paguen menos dinero por ser extranjerxs, que no haya suficientes subsidios para aquellxs que lo necesitan, también lo son. Pero que vengan migradxs a establecerse en nuestros territorios no lo es. Tenemos que saber identificar los verdaderos problemas, en vez de fomentar que personas desfavorecidas ataquen y culpabilicen de todo a otras que lo son más. También los poderes judiciales alrededor del globo deberían dejar de perseguir y criminalizar a quienes se encuentran en situación administrativa irregular. 

Lxs migrantes al viajar al Norte Global intentan conseguir trabajando solo un poquito de lo muchísimo que, descarada e impunemente, hemos robado a sus pueblos —desde hace tiempo con nuestras empresas, sin necesidad de ocupar sus países— para terminar estropeando el clima global y contaminando una enorme cantidad de espacios naturales.

Es necesario que nos agrupemos en torno a una nueva organización con criterios antirracistas y en contra de la xenofobia, capaz de reconocer el derecho a moverse libremente por el planeta para intentar llevar una vida mejor.

Debido a nuestra inacción, multitud de grupos reaccionarios se han ido adueñando de las instituciones, llegando a ocupar gobiernos —lo vemos sobre todo en Italia, Argentina, Reino Unido, Túnez, India, Filipinas o Hungría, aunque parcialmente ocurre en todo el planeta—, así que es urgente que cambiemos y dejemos de estar tan atomizadxs.

Volviendo a las Asambleas del Infinito, estas podrían celebrarse todas las semanas, los viernes, sábados o domingos, de manera que fuesen programadas de forma simultánea a las reuniones de las otras religiones. Lo bueno de utilizar las mismas fechas que usa la religión hegemónica, es que los ritmos de vida están diseñados para que una vez por semana acudamos a una reunión religiosa y ya hay días semanales de libranza en los trabajos, que en principio fueron creados para ello. Esta forma de agruparse se podría convertir en un referente para lxs están habituadxs a acudir a un templo todos los fines de semana, a vivir en el seno de una religión. En diversas tierras, encontramos dentro de las grandes religiones patriarcales a quienes valoran las actividades comunitarias o la labor que se hace a favor de aquellxs que tienen menos recursos, sin terminar de creerse sus dogmas de fe y obviando lo imbuidas del sistema patriarcal que están esas entidades, frente a la pasividad de un individualismo que tiene cierto regusto neoliberal.

Tradicionalmente las reuniones han sido vigiladas por las autoridades. Pero se trata de un fenómeno distinto cuando hablamos de reuniones religiosas. No es tolerable por no ser democrático que puedan ser prohibidas y puede que la policía no se infiltrase en ellas. El hecho de que una reunión sea religiosa la dota de un sentido diferente. Constituir una religión en vez de otro tipo de organización otorga ciertos beneficios. De igual modo, atentaría contra la libertad religiosa, ilegalizar la Congregación del Infinito en cualquier territorio.

La Asamblea del Infinito consistiría en una reunión religiosa de no teístas de cada barrio o pueblo. Como todas las reuniones religiosas, en el fondo sería una reunión excluyente respecto a monoteístas, politeístas o quienes no practican ninguna religión. Por eso, al tiempo que convocamos en un pueblo o barrio una de ellas, nuestra responsabilidad es intentar revitalizar las asambleas ciudadanas —ya sean estas de barrio, de pueblo o comarca— y conseguir construir un poder en base a ellas. Podemos aprender de ejemplos como las de Rosario (Argentina) en 2001, las de Quito (Ecuador) en 2005, las que surgieron en todo el Estado Español a raíz del 15M de 2011, o de las que se han ido articulando por todo el planeta con el paso de los años. Donde no existan, habrá que promover su creación y su funcionamiento semanal. Unas Asambleas Ciudadanas en las que además de practicantes de esta nueva confesión, también han de participar cristianxs, musulmanxs, judíxs, budistas, hinduistas, adeptxs de cualquier religión o lxs que no profesen ninguna. De ellas podrían salir delegadxs para formar una Asamblea Ciudadana Local, de esta para una autonómica, regional o estatal —en caso de Estados federados— y, a su vez, en el caso de que se trate Estados-Nación, de esa para una estatal nacional o federal. Unas reuniones que tienen que ser periódicas, no como las extraordinarias Asambleas Ciudadanas para el Clima5. Igual que parece inteligente hacer coincidir en el tiempo las Asambleas del Infinito con las celebraciones religiosas hegemónicas, sería deseable que se celebrasen un día diferente de aquel en el que tenga lugar la Asamblea Ciudadana, donde deben debatirse asuntos más importantes que la cuestiones religiosas.

1  Personas (en la realidad) y personajes (en la ficción) racializadas cuya única función es cumplir con una cuota.

2 El 14 de mayo de 2022 diez personas, en su mayoría afroamericanas, resultaron muertas en un ataque, con arma de fuego en un supermercado. El atacante transmitió en directo en Internet los terribles asesinatos. El 26 de agosto de 2023 otro hombre a favor del efectivamente existente supremacismo blanco. Ambos publicaron sendos manifiestos. Seguramente se hayan producido más atentados en EE.UU. con motivación racista.

3 Herrero, Yayo: Las migraciones en el Siglo de la Gran Prueba. En Toma de tierra. Bilbao: Caniche, 2023.

4 Durante el verano de 2023, pudimos leer la noticia de que el gobierno británico había dispuesto trasladar  la residencia de decenas de hombres solicitantes de asilo a la barcaza Bibby Stockholm, que fue percibida como barco-prisión por muchos de sus residentes. La Bibby Stockholm ya fue utilizada con los mismos siniestros propósitos en 2005 por los Países Bajos.

5  En los últimos años tuvieron lugar en el Estado Español y en otros de la UE las Asambleas Ciudadanas por el Clima. En ellas se hicieron varias recomendaciones para cada país pero no tenían un carácter vinculante.

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Lemniscata 2/5

El laicismo es algo muy positivo cuando hablamos de la separación de las religiones y el Estado en cualquiera de sus instituciones, pero cuando es una actitud vital, la mayoría de las veces se expresa de un modo demasiado individualista. Por eso creo en una organización de carácter religioso atea, agnóstica, aunque no dogmática —como mínimo, no teísta— que dibuje una opción comunitaria alternativa a las religiones místicas y de las revelaciones.

En nuestras sociedades la vida está construida para que experimentemos todo de una forma muy atomizada. Esta nueva entidad lograría acabar con una situación así extendiendo el apoyo mutuo a través de sus asambleas y demostrando que en cualquier lugar, se puede mantener una posición atea o agnóstica sin necesidad de ser individualista. Podría constituir un aglutinante para que se encontrasen mujeres, personas de géneros no binarios y hombres, que tengan valores como el feminismo, el antirracismo, el ecologismo, que luchen contra la xenofobia y sean defensorxs de los Derechos Humanos, a pesar de que no sean “como Dios manda” y que lo hagan alejándose de la cisheternormatividad. 

Debe quedarnos muy claro que las feministas no odian a los hombres —lo que odian son sus privilegios—, y puesto que resulta absurda la imagen de ellas reuniéndose con ellos en sus asociaciones o en sus grupos no mixtos, confío en que la Congregación del Infinito constituya un catalizador para que además, se organicen asambleas en las que puedan encontrarse personas con cualquier género, partiendo de una perspectiva antipatriarcal, antirracista y anticolonial. 

Un sistema basado en el laicismo individualista —que no necesita que la gente no sea religiosa, pero sí que lo sea únicamente en la intimidad— funciona y ha funcionado muy bien en numerosos Estados pertenecientes al norte global que pueden ser considerados como occidentales —incluyendo a Sudáfrica, a Australia y a Nueva Zelanda en ese concepto— y que se han enriquecido a costa del resto. Pero ni la Tierra es solo occidente, ni funciona en los países occidentales con un menor IDH (los de Latinoamérica). Este sistema se fundamenta en la hasta ahora habitual opulencia energética en forma de combustibles fósiles, de la que hemos gozado en los últimos dos siglos, a costa de la naturaleza (emitiendo gases de efecto invernadero). El suministro de estos combustibles —de elevada densidad energética pero con alto coste climático— va a reducirse en los próximos años y por lo tanto, serán más difíciles la producción de bienes y la prestación de servicios. Su uso reportó gigantescos beneficios económicos, ha proporcionado un importante desarrollo a la civilización industrial que habita el planeta y creó una enorme abundancia, circunstancia que ha permitido un gran individualismo. Pero esa abundancia es excepcional en la Historia. Habrá que aprender a vivir de un modo menos individualista pero sin esos valores arcaizantes que de sobra conocemos. Ahí es donde encaja una  nueva estructura que ha de esforzarse en construir comunidades en las que fluya la ayuda mutua.

Además afortunadamente, desde el siglo XIX en el caso de EEUU y Canadá, y desde la segunda mitad del XX en el caso de Europa, de Australia y de Nueva Zelanda —cuando tras la II Guerra Mundial era más fácil moverse—, han estado recibiendo más migración y lxs habitantes de los países occidentales enriquecidos están conformando sociedades étnica y culturalmente más diversas, hecho que podría llegar a reflejar mejor la variedad humana del planeta Tierra. Cada vez es más patente que estos lugares nunca fueron únicamente blancos. Europa tal vez solo lo fuese hace más de varios milenios, ya que a lo largo de los últimos, en algunos casos se trajeron personas no blancas secuestradas para ser esclavizadas, se instalaron habitantes de piel más oscura procedentes del norte de África y de Asia occidental y se fueron extendiendo las culturas judía y gitana.En el siglo XXI se ha generalizado la migración, de modo que podemos ver en multitud de ciudades y pueblos más población no blanca de la que había antes.

Afortunadamente es un adverbio que puede usarse señalando que estar más mezcladas es una característica positiva para nuestras sociedades, que en ellas está mostrándose un multiculturalismo cada vez mayor que podemos modificar con la interculturalidad.  Pero no se podría usar para describir el proceso de un significativo porcentaje de quienes migran, para lxs que es muy duro dejar su hogar, hacer un largo y a veces peligroso viaje para llegar a otro país, conseguir un trabajo, a menudo poco cualificado y sin derechos, acabando como unx ciudadanx de segunda clase, que está obligadx a pagar impuestos pero que no puede votar en la convocatoria de elecciones de ámbito nacional, a menos que consiga la ciudadanía del Estado al que ha migrado.

El multiculturalismo se hace notar cuando en el seno de una cultura hegemónica, se perciben otras diferentes, con sus sus costumbres, por ejemplo, en materia de vestido, gastronómicas, religiosas o su forma de estar en el mundo. El interculturalismo se desarrolla en sociedades que han aceptado el multiculturalismo y en base a él intentan construir una sociedad que se base en valores como la libertad, la igualdad, la democracia o el respeto a los derechos humanos.

Hace tiempo que hay en las grandes urbes de estos territorios una gran cantidad de ciudadanxs venidxs de otros países (son ciudadanxs tengan o no su situación regularizada), que migraron siendo menores o que, si bien nacieron ya en los del Norte Global, tienen orígenes de otras tierras. Lo que pasa es que estas personas, a menudo racializadas, no están adecuadamente representadas en las instituciones ni en los medios de comunicación. Por ejemplo, en series de televisión en apariencia avanzadas como Merlí, que se emitió en la cadena pública catalana entre 2015 y 2018 y que ha tenido un gran éxito, además de en Cataluña y en el resto del Estado Español en países como Argentina, podemos observar que lxs individuxs racializadxs que se muestran son muy escasxs y apenas tienen papel. ¿Quién se iba a creer que eso reflejaba la vida de un instituto público de enseñanza secundaria en Barcelona ya en 2015? El equipo dedicado al guión modificó, intencionadamente, la realidad para mostrarla más blanca. Un hipotético “descuido” lo que mostraría sería una voluntad de no querer ver ni reflejar la realidad de ese momento (ya entonces notablemente multicultural) de los institutos públicos de enseñanza secundaria en grandes ciudades. La representación de la gente racializada que puebla este Estado sigue pareciendo años después muy defectuosa.

La sociedad catalana, al igual que la de otras naciones enriquecidas, ha cambiado. Hay más mestizaje ya que además, quienes vinieron trajeron su propia cultura con sus costumbres, rituales y liturgias, elementos con los que mantienen la cohesión de su comunidad. 

Las religiones cuando son practicadas son algo que arropa e inscribe dentro de una comunidad. Son una fuente de arraigo. Como explica Richard Dawkins en El espejismo de Dios sobre lxs migradxs que formaron EE UU:

“Un colega me señaló que los inmigrantes; desarraigados de la estabilidad y el confort de una familia extendida en Europa, podrían muy bien haberse unido a una iglesia como una especie de sustituto-parental en una tierra extranjera. No hay duda de que muchos estadounidenses ven a su propia iglesia local como una importante unidad de identidad; lo que de hecho tiene algunos de los atributos de la familia extendida.”1

Da la impresión de no ser muy buena opción vital cambiar el abrigo que proporciona una comunidad que practica una religión por una vida laica, en la que puede que seamos conscientes de que las viejas creencias religiosas son seguidas por cuestiones culturales, pero el hecho es que nos enfrentaríamos sin demasiada ayuda a una realidad en la que somos interdependientes. Algo así es lo que ofrece un laicismo individualista, esencial para la modernidad occidental.

La Congregación del Infinito parece una propuesta más global que las opciones laicas que tradicionalmente ha ofrecido el occidente que se enriqueció, y puede aportar un componente comunitario que hará que el apoyo mutuo y la solidaridad fluyan volviendo además, más soportables las dificultades económicas. 

Al formarse una comunidad, ocurrirá lo que en cualquier reunión: los privilegios (de género, de raza, de clase, etc.) terminarán aflorando. Habrá que luchar contra ellos de una manera interseccional: sufre diferentes desventajas un hombre, transgénero,  heterosexual, migrante, racializado, de clase baja; que las que sufre un hombre, cisgénero, homosexual, blanco, no migrante, de clase media; y de igual modo ocurre con una mujer, cisgénero, heterosexual, migrante, racializada, de clase baja; respecto a una mujer, transgénero, blanca, lesbiana, no migrante, de clase alta, o una persona de géneros no binarios, racializada, bisexual (o pansexual), no migrante y de clase media. Suponiendo que todxs tengan unas capacidades estándar. Esta perspectiva interseccional viene de los movimientos antirracistas y, a través del feminismo negro, está siendo conocida por el gran público. Nunca hay que perderla al analizar cualquier realidad.

En los países enriquecidos, una parte de la población está rechazando este mestizaje que se está produciendo y cada vez tienen más poder partidos ultraderechistas, que insisten en priorizar siempre a lxs autóctonxs en todos lo servicios que se puedan ofrecer, a la vez que preconizan un retorno a los valores más tradicionales. 

En Europa se ha instalado un fuerte sentimiento anti migradxs, especialmente si no especialmente si no cumplen el requisito de ser blancxs y cristianxs. La UE llama refugees a quienes intentan llegar al continente huyendo de la guerra, de la pobreza y la violencia o de todo a la vez. Ante la mal llamada “crisis de los refugiados” de 2015, asignó a sus miembros una cantidad determinada de refugiadxs. Un sistema de cuotas diseñado por la Comisión Europea que se quedó nada más en un sistema voluntario, en el que algunos Estados —entre ellos el español— redujeron la cantidad de lxs que estaban dispuestos a admitir, mientras Hungría y Austria se negaron a acoger a ningunx. Los intentos de la Unión de repartir a refugees aumentaron los sentimientos antieuropeístas que ya existían en el continente y que, posteriormente, encontraron eco en la opción de abandonar el organismo supranacional que se tomó en referéndum en el Reino Unido. En 2016 la UE llegó a un turbio acuerdo con Turquía para que retuviese en su territorio a lxs refugiadxs pero en 2020, este país abrió sus fronteras de manera momentánea para asustar al gigante. Esos siniestros convenios se han repetido en los últimos años con distintos Estados por los que es obligatorio pasar para llegar a  Europa.

A finales de 2021 miles de personas que querían entrar en la UE permanecían en la frontera de Bielorrusia con Polonia a temperaturas bajo cero.

Pero con el aumento de refugiadxs ocasionado por la invasión rusa a Ucrania, la Unión se mostró muy acogedora y activó la Directiva de Protección Temporal, que concede el estatus de asiladx a todxs aquellxs que posean la nacionalidad de ese país. Además, lxs ucranianxs que se encontraban ya aquí y no habían obtenido el asilo podrán volver a solicitarlo, puesto que la situación ha cambiado. Esta política de puertas abiertas contrasta con la que se ha llevado a cabo con lxs que huían de los conflictos de Siria, Afganistán o con el genocidio que se está cometiendo con las migrantes que intentan llegar atravesando el Mar Mediterráneo o por el Océano Atlántico. 

En la cumbre europea informal de Granada de 2023 pudimos observar posiciones muy negativas hacia la migración y con el Pacto Migratorio aprobado en 2024 por el Parlamento Europeo se endurecieron las reglas para permanecer en la UE.

Los partidos conservadores y ultraderechistas dominan los parlamentos del este y centro de Europa, al tiempo que en todo el continente se ha instalado un rechazo a quienes migran, especialmente si son de piel más oscura. El rechazo a migradas coincide con una desmemoria frente al hecho colonial y una desresponsabilización respecto a la actual situación de colonialidad. El desprecio hacia quienes vienen de fuera (especialmente si son de piel oscura) es el principal motivo que ha conseguido que una potencia como Italia haya caído bajo el influjo de la ultraderecha. Mientras, los partidos que se autodenominan progresistas no lo son tanto. Concretamente en el Estado español, el PSOE, a pesar de que en 2018 acogió el barco Aquarius 2, que había salvado gente de las aguas del Mediterráneo y que fue rechazado previamente por las autoridades italianas, decidió no culpar al ministro Grande-Marlaska por la masacre de Melilla2 (Marruecos-España) y tampoco está entre sus planes cerrar los horribles CIE3 ni derogar la restrictiva Ley de Extranjería.

1 Dawkins, Richard, El espejismo de Dios, Barcelona: Espasa Calpe, 2007.

2 El 24 de junio de 2022 varias decenas de inmigrantes del África subsahariana que intentaban, desde Marruecos, saltar la valla de Melilla fueron masacrados por la policía de fronteras marroquí. A finales de ese año, el gobierno de coalición presidido por el PSOE archivó la investigación que exoneraba al Ministerio del Interior y a las fuerzas de seguridad españolas.

3 Esas siglas significan Centro de Internamiento de Extranjeros. En el Estado español, especie de cárceles donde las personas en situación administrativa irregular aguardan la ejecución de sus órdenes de expulsión (si tienen la mala suerte de que las detengan).

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Lemniscata 1/5

La Lemniscata es una figura con forma de número ocho tumbado en la que se unen dos formas similares a elipses.

Esta curva se ha usado en matemáticas tradicionalmente para representar el infinito. 

Se utilizó en ocasiones en artes decorativas. También en tatuajes: la lemniscata con un nombre propio en su interior suele significar amor eterno hacia esa persona cuyo nombre aparece escrito, por parte de quien se lo tatúa.

Representará la Congregación del Infinito. Se podría emplear más a menudo de lo que hoy se usa en bisutería: colgantes, pendientes o pulseras; sería posible dibujarlo o esculpirlo en edificios; o estamparse en algún tipo de tejido para ser llevado en una camiseta, un jersey o cualquier tipo de prenda de vestir. Es un símbolo que puede hacerse sencillamente juntando las yemas de los dedos índice y pulgar de ambas manos. Además de su significado principal, el tradicional símbolo del infinito podría ser fácilmente dotado de uno adicional de increencia o ateísmo/agnosticismo, o por lo menos, de no teísmo y de no creencia en un más allá.

En origen —aunque ahora en ocasiones ya se obvia su significado—, el signo de la cruz lograba que lxs cristianxs se reconociesen y se agrupasen en comunidades en torno a una iglesia. Función similar podría desempeñar la lemniscata con quienes crean que solamente existe este mundo y que probablemente sea infinito.

Los símbolos religiosos tradicionales, en mi opinión, a pesar de que en ámbitos como la joyería, hoy en día hayan sido despojados de sus significados primitivos, suelen indicar cierto gusto por lo convencional. En cambio, podemos lograr que la lemniscata posea unas connotaciones emancipadoras y más actuales, como de las luchas feminista, antirracista, ecologista, contra la xenofobia y a favor de la diversidad y de los derechos LGTBIQ+. Este símbolo podría convertirse en una señal que indicase refugio para mujeres, personas racializadas o disidentes sexuales y de género perseguidxs. 

Lo que parece más positivo y que fortalece a las religiones tanto, es que realizan unas reuniones un día a la semana y, de este modo, van creando una comunidad. Lo negativo es que estas suelen ser muy jerárquicas. Normalmente se desarrollan fundamentándose en que alguien hable, ya se le llame sacerdote (católico u ortodoxo de las diferentes Iglesias de las que dependen), pastor, rabino, imán, o de cualquier modo —casi siempre de género masculino, aunque ya hay algunas pastoras, rabinas e imanas en varios países—, lanza un sermón sobre su parroquia, transmite la palabra del dios de turno y mientras: el público escucha, contesta fórmulas litúrgicas, realiza diversos rituales o lee fragmentos de su libro sagrado.

En esta organización podemos hacerlo mejor y dejar hablar a cualquiera a condición de que tenga el turno de palabra. Hemos de eliminar las jerarquías y celebrar una asamblea cada semana, seleccionando por sorteo alguien que modere los debates, otra persona que apunte los turnos de palabra y otra más que tome actas de lo que se diga. El orden del día lo acordarían aquellxs que hubiesen participado en la asamblea anterior. Esta asamblea únicamente sería capaz de tomar decisiones o elaborar resoluciones por consenso. Podríamos llamarlas Asambleas del Infinito y sería estupendo si consiguiésemos construir en torno a ellas una comunidad en la que surjan fuertes lazos.

El único inconveniente de las asambleas es que a veces se vuelven interminables. Las Asambleas del Infinito no deberían durar demasiado. Ningún tema religioso es urgente y todos pueden esperar a otro día, así que siempre se puede terminar las asambleas a una hora previamente consensuada. Se suspenderían aunque no hubiesen llegado a una conclusión y se podrían retomar en la siguiente sesión.

Las reuniones semanales en los templos son lo que hace tan fuertes a las grandes, viejas y patriarcales religiones frente al hecho de que atexs, agnósticxs, deístas, panteístas —o quienes no tienen claro en qué categoría se enmarcarían dentro de la presunción de que no hay ningún Dios pendiente de lo que digan, hagan o piensen— se congregan muy de tarde en tarde. Se puede considerar que ya son posibles las reuniones periódicas dentro de unos partidos políticos, unos sindicatos o unas asociaciones, pero estas organizaciones están dedicadas a otros fines. Con la Congregación del Infinito de lo que se trata es de crear sólidos sentimientos de pertenencia. 

Las Asambleas del Infinito han de constituir un pretexto para que se reúnan semanalmente mujeres feministas, todo tipo de gente antipatriarcal, antirracista, que luche contra la enorme fuerza de la supremacía blanca, contra la xenofobia, que entienda que la criatura humana es interdependiente y ecodependiente. Todo desde una perspectiva que no sea cisheteronormativa y siempre partiendo de la idea de que no hay un dios vigilándonos y por lo tanto nadie nos va apremiar o castigar después de la muerte

A pesar de que sea verdad que se puede construir también de otras maneras una comunidad similar, lo cierto es que es que tal fenómeno hoy día apenas ocurre y estas asambleas serían otro modo de intentar que sucediese. Una reunión de este tipo resulta especialmente deseable cuando en algún rincón tu ciudad —como ocurrió aquí en diciembre de 2023 en el marco de las protestas contra la investidura del presidente Sánchez— hay decenas de cristianxs nacionalistas y conservadorxs rezando el rosario durante varias tardes.

En mi opinión, las religiones no son tanto un asunto de creencias —por ejemplo, en unx diosx creadorx— como de prácticas sociales basadas en en el acto de reunirse.

Desde aquí quiero destacar el gran valor de la comunidad frente al individualismo, que fue fomentado por las sociedades de consumo y después, con una mayor intensidad por el neoliberalismo. Un individualismo basado en la explotación de las mujeres, para el que las únicas uniones deseables son las familias (preferiblemente nucleares) y las parejas, que despega con la revolución industrial y gana intensificación en las ya mencionadas sociedades de consumo de las últimas décadas del siglo XX y las primeras del presente. Se impone como reacción a las millones de muertes que acompañaron a los movimientos sociales de masas del siglo pasado. Un modo de conducirse que en los próximos años va ir siendo menos eficaz, a medida que nos vayamos enfrentando a consecuencias todavía peores del cambio climático y a otros problemas ecológicos, en tanto que sí van a cumplir su cometido los sistemas comunitarios. Lo más útil para el planeta sería una comunidad compuesta por mujeres, personas de géneros no binarios y hombres, con fuertes vínculos fundamentados en el cuidado y unos valores basados en la lucha contra la supremacía blanca y el sistema patriarcal, en el ecologismo, en el hecho de no ver como enemigxs a aquellxs que vienen de otros países a buscarse la vida, en el respeto a LGTBIQ+ y la valoración de quienes tienen diferentes capacidades. Las Asambleas del Infinito podrían convertirse en: unos grupos de gente sin Dios —o que no lo espera—, feminista, antirracista, antixenófoba, ecologista, diversa y favorable a la diferencia, que se reúnen semanalmente.

En los lugares donde hay más pobreza, son pocas criaturas humanas las que demuestran un gran ateísmo/agnosticismo, casi todas suelen estar cerca de alguna variante de las grandes religiones patriarcales. A menudo las masas no quieren ni oír hablar del laicismo. Parece que esa forma de pensar irreligiosa no va a tener éxito nunca. Lo cual es una gran desventaja para estas sociedades. Yo creo que esto es así porque las religiones crean grupos en los que se da, entre otras cosas, el apoyo mutuo. Por ejemplo, es probable que en la mayoría de países del continente africano (en Sudáfrica sí) o en Latinoamérica, nunca aumente significativamente el porcentaje de lxs que se identifican con ese laicismo individualista. 

Nos enfrentamos a un futuro que los poderes económicos y los medios de comunicación señalan como aceptable pero que es muy incierto, en el que encontraremos una realidad determinada por: los efectos negativos que tendrá la transición energética —de ecológica tiene poco— en la industria, la alternativa del incumplimiento de los compromisos adquiridos en las reuniones del IPCC, con las catástrofes climáticas que vendrán asociadas si eso sucede —a las que se suman las que van a ocurrir pase lo que pase—, y la crisis que provocará en pocos años la escasez de combustibles fósiles —incluso en el supuesto de que entonces los utilizásemos menos. A todo esto hay que añadirle la situación de escasez energética que en Europa viene determinada por la falta de gas ruso tras la invasión de Ucrania y la merma en la recepción de petróleo de calidad, una insuficiencia que se está sintiendo globalmente en forma de recortes en la obtención de diésel. En cualquier caso, se trata de que se está empañando la visión de un futuro que prometía que podríamos seguir consumiendo y viajando por el planeta como hasta ahora.

Pero eso no va poder ser, debido a una combinación de las necesarias medidas contra el cambio climático, sus brutales efectos y de la Gran Escasez1 de energías y materiales que estamos empezando a afrontar. La realidad es mucho más aterradora de lo que explican los partidos políticos y la mayoría de medios de comunicación2. Hay que asumir que, después de una excepcional época de más de doscientos años de crecimiento, está comenzando un período de declive en el que la humanidad va a tener a su disposición cada vez un poquito menos de energía.

Mientras los partidos políticos no sean claros y no expliquen esto, es fácil que la ultraderecha capitalice la frustración y la furia que generarán esas promesas de consumo  y progreso que serán incumplidas y consiga todavía más representantes en los parlamentos.

En previsión de una vida en peores condiciones, se impone la creación de redes que fomenten el apoyo mutuo. Creo que esta entidad religiosa no patriarcal puede constituir una excusa para tejer estas redes que serán necesarias para salir adelante. Mas allá de otro tipo de lazos, encontrarse todas las semanas —algo que actualmente ocurre en iglesias, mezquitas, sinagogas y demás templos— es una costumbre que une enormemente. Así, habitantes del mismo barrio o pueblo pueden conocerse y ayudarse. En innumerables aldeas el único lugar de encuentro es la iglesia o la mezquita y esto no puede continuar hoy de este modo: tenemos que construir una alternativa.

Desde la descomposición de la URSS, del bloque que la apoyaba y la bajada de popularidad de los partidos comunistas en la mayoría de los países —sin contar excepciones como China o Corea del Norte o casos como los de Nepal, Cuba y Vietnam (lugares, estos últimos, donde la prevalencia de los Partidos Comunistas en las instituciones no ha llevado aparejado un significativo descenso de la religiosidad)—, el ateísmo y el agnosticismo a menudo se han vuelto unas actitudes vitales muy individualistas. Al presentar estos aspectos, tienden a mostrarse como una opción solo válida para quienes, a nivel planetario acaparan los recursos, como una opción globalizadora y neoliberal. Y no lo son.

1 Escuché a Antonio Turiel en alguna de sus presentaciones llamar así este periodo que sin duda llegará en algún momento del presente siglo.

2 Esta realidad se puede leer en algunas páginas web que sí lo explican, como por ejemplo http://www.15-15-15.org/webzine/es/ o https://crashoil.blogspot.com/

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Pero verdaderamente, ¿era indispensable una organización de carácter religioso? 8/8

En algunos Estados del este de Europa que se pretenden democráticos, la administración habla de homonormatividad —en vez de hacerlo sobre cisheteronormatividad—, prohiben hacer apología de la diversidad (lo consideran propaganda) y se promulgan leyes antiLGTBIQ+. Hechos similares suceden también en otras regiones mundiales. Enmarcadxs en un nuevo movimiento religioso seremos más difíciles de perseguir, teniendo en cuenta que la libertad de culto es uno de los fundamentos de esa supuesta democracia —en realidad no es más que elegir periódicamente representantes—, en base a la cual la que se organizan hoy día los diversos Estados. 

Estamos sufriendo últimamente en todo el planeta una gran ola de reacción a todas las conquistas que se han ido logrando en los últimos sesenta años. Esta organización podría constituir una forma de afianzarlas y presentar batalla, con un pueblo que se reuniese en asambleas todas las semanas.

Quienes no creemos en los antiguos dogmas hace tiempo que intentamos discutir con teólogxs y otras autoridades religiosas sobre lo absurdo de sus planteamientos, si bien no se ha conseguido nada que no sea generar su ira y la de lxs fieles de esas confesiones. Estimo que es mucho mejor centrar los esfuerzos en construir un movimiento alternativo que pueda hacerles la competencia a esos enormes y antiguos sistemas culturales pensados, al principio para compartir las creencias personales, pero que pronto se convirtieron en algo más.

Las cosmovisiones contemporáneas, en las que los dioses no son relevantes y se reivindican los derechos de las mujeres y de LGTBIQ+, ya están presentes en muchas de nuestras sociedades. Tendríamos que profundizar más en esas luchas en todo el globo terráqueo pero sobre todo debemos hacerlo en el antirracismo, en la lucha contra la xenofobia y en un ecologismo que tiene que mostrar que ya hemos alcanzado los límites planetarios y enseñarnos a mirar sin ese sesgo antropocéntrico y androcéntrico. Es fácil que esta entidad religiosa no patriarcal enraíce, solo hay que plantar la semilla.

Las religiones místicas y de las revelaciones siguen con la peligrosa tendencia —basta certificar la sexta extinción masiva y observar el cambio climático para notar que es peligrosa— de situar a homo sapiens en el centro. Como apunta Marta Tafalla en Filosofía ante la crisis ecológica:

“Desde la cosmovisión antropocéntrica es imposible entender el funcionamiento de la biosfera. En la biosfera cada especie es valiosa por sí misma, cada una es un tesoro de la evolución, cada una aporta su trabajo al hogar común y está entrelazada con las demás. La biodiversidad es un reino plural donde el monoteísmo resulta absurdo. Pero el ser humano se entroniza a sí mismo como emperador absoluto y afirma que la existencia de los otros seres vivos tan solo tiene sentido si le son útiles y tan solo en la medida en que lo son.”

Ya hemos tenido suficiente de esa realidad en la que, cuando se efectúan reuniones se hace bajo unos principios patriarcales (antropocéntricos y androcéntricos), que imponen la cisheteronorma. Hay que ofrecer una alternativa más diversa para que lo hagamos fundamentándonos en otras premisas.

Quienes ven las religiones como un vicio muy negativo o algo a eliminar, deberían pensar en la forma de proceder con las adicciones a la heroína y cómo a menudo no hacemos una retirada radical de la droga, sino que la sustituimos con metadona. En este caso, la Congregación del Infinito sería la “metadona religiosa” para todas esas personas que no pueden prescindir de las formas de organización social que ofrecen las religiones.

Nos enfrentamos a sistemas conservadores que se articulan en torno a los diversos credos. Hemos de usar sus mismas armas. El laicismo apareció en Occidente hace ya casi tres siglos, cuando se empezó a poner en tela de juicio el cristianismo, ofreciendo una posibilidad de vida diferente a la que ofrecían las organizaciones de carácter religioso, pero estas siguen hoy bien fuertes. Coordinarse en torno a una nueva atea, agnóstica o no teísta (no dogmática) que luche contra la supremacía blanca, el sistema patriarcal, la xenofobia, que sea ecologista y esté a favor de los derechos de LGTBIQ+ es poner en práctica una táctica alternativa. Es hora de abrir un frente diferente en esta lucha.

Las grandes religiones teístas y patriarcales son hegemónicas en la mayor parte de este conjunto de rocas y agua en el que aparecimos. El combate contra ellas lleva sucediéndose alrededor de doscientos años y los avances no han sido lo que se podría esperar. Creo que es el momento de cambiar de estrategia y enfocar la cuestión de otra manera. Este texto exhorta a la construcción de una opción que puede ser muy eficaz a la hora de restarles seguidores: erigir una no teísta, basada en la igualdad, el amor a la naturaleza y la crítica al antropocentrismo, partiendo de las posibilidades del infinito.